« Señor mi hermano ; mi madre me envía la adjunta carta para que os la remita y la conservéis. Hacednos la gracia, querido mío, de no abandonarnos : todas nuestras esperanzas están en vos. Concededme el consuelo de ir á ver á mis padres. Respondedme alguna cosa que nos alivie y no os olvidéis de una amiga que os ama de corazón. = María Luisa. »
P. D. =« Yo estoy enferma en la cama con algo de calentura, por lo cual no me veréis fuera de mi habitación. »
Carta inclusa en la antecedente.
« Querida hija mía : decid al gran duque de Berg la situación del rey mi esposo, la mía y la del pobre príncipe de la Paz.
Mi hijo Fernando era el jefe de la conjuración : las tropas estaban ganadas por él ; él hizo poner una de las luces de su cuarto en una ventana para señal de que comenzase la explosión. En el instante mismo los guardias y las personas que estaban á la cabeza de la revolución hicieron tirar dos fusilazos. Se ha querido persuadir que fueron tirados por la guardia del príncipe de la Paz, pero no es verdad. Al momento los guardias de Corps, los de infantería española y los de la walona se pusieron sobre las armas, y sin recibir órdenes de sus primeros jefes, convocaron á todas las gentes del pueblo y las condujeron adonde les acomodaba. El rey y yo llamamos á mi hijo para decirle que su padre sufría gran des dolores, por lo que no podía asomarse a la ventana, y que lo hicíese por sí mismo á nombre del rey para tranquilizar al pueblo : me respondió con mucha firmeza que no lo haría, porque lo mismo seria "asomarse á la ventana que comenzar el fuego, y así no lo quiso hacer. Después á la mañana siguiente le preguntamos si podría hacer cesar el tumulto y tranquilizar los amotinados, y respondió que lo haría, pues enviaría á buscar á los segundos jefes de los cuerpos de la casa real, enviando también algunos de sus criados con encargo de decir en su nombre al pueblo y á las tropas que se tranquilizasen : que también haría se volviesen á Madrid muchas personas que habían concurrido de allí para aumentar la revolución, y encargaría que no viniesen mas.
Cuando mi hijo había dado estas órdenes, fué descubierto el príncipe de la Paz. El rey envió á buscar á su hijo y le mandó salir adonde estaba el desgraciado príncipe, que ha sido víctima por ser amigo nuestro y de los franceses, y principalmente del gran duque. Mi hijo fué y mandó que no se tocase mas al príncipe de la Paz y se le condujese al cuartel de guardias de Corps. Lo mandó en nombre propio, aunque lo hacia por encargo de su padre, y como si él mismo fuese ya rey dijo al príncipe de la Paz, « Yo te perdono la vida. »
E1 príncipe, á pesar de sus grandes heridas, le dio gracias preguntandolé si era ya rey. Esto aludía á lo que ya se pensaba en ello, pues el rey, el príncipe de la Paz y yo teníamos la intención de hacer la abdicación en favor de Fernando cuando hubiéramos visto al emperador y compuesto todos los asuntos, entre los cuales el principal era el matrimonio. Mi hijo respondió al príncipe : « No : hasta ahora no soy rey ; pero lo seré bien pronto. » Lo cierto es que mi hijo mandaba todo como si fuese rey sin serlo y sin saber si lo seria. Las órdenes que el rey mi esposo daba no eran obedecidas.
Después debía haber en el día 19 en que se verificó la abdicación otro tumulto mas fuerte que el primero contra la vida del rey mi esposo y la mía, lo que obligó á tomar la resolución de abdicar.
Desde el momento de la renuncia mi hijo trató á su padre con todo el desprecio que puede tratarlo un rey, sin consideración alguna para con sus padres. Al instante hizo llamar á todas las personas complicadas en su causa que habían sido desleales a su padre, y hecho todo lo que pudiera ocasionarle pesadumbres. El nos da priesa para que salgamos de aquí, señalándonos la ciudad de Badajoz para residencia. Entre tanto nos deja sin consideración alguna manifestando gran contento de ser ya rey, y de que nosotros nos alejemos de aquí.
En cuanto al príncipe de la Paz no quisiera que nadie se acordara de él. Los guardias que le custodian tienen orden de no responder á nada que les pregunte, y lo han tratado con la mayor inhumanidad,
Mi hijo ha hecho esta conspiración para destronar al rey su padre. Nuestras vidas hubieran estado en grande riesgo, y la del pobre príncipe de la Paz lo está todavía.
El rey mi esposo y yo esperamos del gran duque que hará cuanto pueda en nuestro favor, porque nosotros siempre hemos sido aliados fieles del emperador, grandes amigos del gran duque, y lo mismo sucede al pobre príncipe de la Paz. Si él pudiese hablar daría pruebas, y aun en el estado en que se halla no hace otra cosa que exclamar por su grande amigo el gran duque.
Nosotros pedimos al gran duque que salve al príncipe de la Paz, y que salvándonos á nosotros nos le dejen siempre á nuestro lado, para que podamos acabar juntos tranquilamente el resto de nuestros días en un clima más dulce y retirados sin intrigas y sin mandos, pero con honor. Esto es lo que deseamos el rey y yo, igualmente que el príncipe de la Paz, el cual estaría siempre pronto á servir á mi hijo en todo. Pero mi hijo (que no tiene carácter alguno, y mucho menos el de la sinceridad) jamás ha querido servirse de él y siempre le ha declarado guerra como al rey su padre y á mí. Su ambición es grande, y mira á sus padres como si no lo fuesen. ¿Qué hará para los demás ? Si el gran duque pudiera vernos, tendríamos grande placer, y lo mismo su amigo el príncipe de la Paz, que sufre porque lo ha sido siempre de los franceses y del emperador. Esperamos todo del gran duque, recomendándole también á nuestra pobre hija María Luisa, que no es amada de su hermano. Con esta esperanza estamos próximos á verificar nuestro viaje. = Luisa. »