La presente parte de esta obra, dedicada a la ciencia en la emigración de 1939, presenta, a diferencia de otros campos de la cultura, una peculiaridad notable, consistente en el hecho de que la ciencia no ha arraigado en España desde el Renacimiento, pese a los dos grandes intentos que en tal sentido se han hecho en los tres últimos siglos, y por tanto una emigración en el cuerpo débil de la ciencia española, todavía inmaduro, ha significado un retroceso más notable y grave que en otras disciplinas más arraigadas en nuestro suelo y por ende de más fácil resurgimiento. Por esta peculiaridad nos vamos a permitir un párrafo introductorio sobre la actividad científica en la cultura española contemporánea y sobre las instituciones científicas de antes de la guerra, que nos ayuden a apreciar la magnitud del fenómeno de la emigración de científicos españoles motivada por la derrota de la República en nuestra guerra civil.
También incluimos un párrafo en el que, sin pretender dar soluciones a problemas tan complejos, trataremos de señalar que un tema de sumo interés es el estudio de las causas y circunstancias específicas que motivaron la emigración de científicos y con ello tratar de evitar que un problema de la magnitud del exilio de 1939 se trivialice intentando en muchos casos reducirlo a una conveniencia personal o a una falta de patriotismo.
Como es natural, el cuerpo del presente capítulo lo constituye una relación de exiliados lo más exhaustiva posible. Esta relación la subdividimos en cuatro apartados atendiendo a áreas científicas ; en concreto consideramos las siguientes : Medicina, Físicas y Matemáticas, Naturales, Químicas y Farmacia. En esta relación damos una sucinta biografía de los científicos de mayor relevancia desde el punto de vista de la investigación y la docencia, pero incluimos cuantos nombres han llegado a nuestras manos, aunque a veces su actividad científica haya sido modesta, pero que por sus estudios y preparación forman un importante grupo de profesionales que ejercieron en condiciones adversas y fuera de su patria. Esta relación va precedida con algunas notas descriptivas de la salida de España y la llegada a los países de destino de los científicos exiliados.
Para terminar incluimos un índice biográfico, en el que se se incluye solamente el campo de actividad, las fechas de nacimiento y muerte (en caso de deceso), lugar o lugares donde estuvo exiliado y referencias bibliográficas en las que se pueden encontrar más datos sobre el biografiado.
En la parte final damos una lista de fuentes y reseñas bibliográficas que versan sobre los temas del presente estudio.
No se nos oculta el hecho de lo sucinto del presente trabajo, pero creo que tanto los editores como el director de la obra y yo mismo nos hemos visto sorprendidos por un caudal de información mucho mayor al esperado, pues aunque sólo se me encargaron escribir cincuenta o sesenta holandesas (que parecían difíciles de rellenar), me he visto obligado a entregar más de cien, después de sintetizar y omitir mucha información valiosa en las biografías y de omitir casi sistemáticamente la producción bibliográfica de los científicos reseñados ; y lo hemos tenido que hacer así para no desmesurar el escaso espacio de que disponemos.
Entre otras omisiones importantes hemos de indicar un estudio sobre la monumental obra científica que representa la revista Ciencia, que ha salido ininterrumpidamente desde el primero de marzo de 1941, en que apareció en México bajo la dirección del eminente naturalista y venerable anciano don Ignacio Bolívar Urrutia. Más de treinta volúmenes han aparecido hasta nuestros días. Revista en la que colaboraron los más eminentes científicos del exilio y en la que se daba cabida a toda disciplina científica. Esta es, sin duda, la revista científica de lengua española más importante de todos los tiempos, y de la que ha carecido y carece aún España.
También hemos omitido de nuestro estudio instituciones tales como laboratorios, centros de investigación y centros de alta docencia creados o propulsados por científicos españoles en el exilio.
Pero lo que no podemos omitir es nuestro agradecimiento a todas las personas que generosamente nos han ilustrado y ayudado en nuestro trabajo. En primer lugar queremos hacer notar que estas páginas han podido escribirse gracias a la total ayuda y aliento que hemos recibido del doctor don José Puche Álvarez, quien no sólo nos ha facilitado la mayor parte del material que hemos utilizado para la redacción de este trabajo, sino que con su juvenil entusiasmo nos ha comunicado una dimensión importante del grupo humano que nos ocupa : su cálida vocación por la ciencia y porque ésta estuviese ligada al nombre de España. He de agradecer también a las personas que por encargo del doctor Puche me hicieron llegar ese material, entre el que se encuentran varios volúmenes de la revista Ciencia (ya que una colección enviada por correo se extravió sin causas conocidas) ; estas personas fueron : don Victorino Rubió, la doctora Millares, el doctor Giral, la actriz Sara Montiel. También el profesor Puche me relacionó con varias personas, entre ellas el doctor Víctor A. Berch, bibliotecario de la Brandeis University Library, en la que poseen fondos de interés para la reciente historia española, y quien me envió fotocopia de varios documentos valiosos, en particular del “Boletín Informativo de la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero” ; al profesor Lloréns, a quien agradecemos la generosa actitud de brindamos una fotocopia de un trabajo suyo inédito dedicado precisamente a los científicos españoles en el exilio ; al profesor Juan Marichal, quien nos dio valiosas informaciones.
También agradecemos al profesor Luis A. Santaló los datos facilitados sobre matemáticas en el exilio, y quien fue para mí durante muchos años el símbolo de la ciencia desterrada, y en particular de la matemática, ciencia desterrada antes de arraigar.
En España hemos de agradecer especialmente la colaboración de Manuel Andújar, cuya cálida amistad me ha estimulado, y que con la información que me ha facilitado he completado algunos aspectos de este trabajo, y quien además ha tenido la amabilidad de leer estas páginas con minuciosa atención. También ha sido valiosa la ayuda de Jesús Calvo, al facilitarnos el borrador de su tesis doctoral, cuyo tema era precisamente la medicina y la ciencia en el exilio.
Por último, agradecemos al profesor Giral la lectura del original que presentamos y sus puntualizaciones y comentarios adicionales que nos hizo oralmente en una entrañable reunión en el viejo barrio madrileño de Las Musas.
Tras la oscura noche que para la cultura española significó el reinado de Femando VII, ya anunciada por el anochecer de Carlos IV, comienza un despertar en el interés al cultivo de las ciencias, que queda patente por la creación de instituciones como la Facultad de Ciencias en la Universidad de Madrid y la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Con esto, sólo se haría recoger tímidamente el impulso al estudio iniciado un siglo antes con la nueva dinastía borbónica, y que durante el reinado de Carlos III alcanzaría uno de los momentos más altos en el cultivo de estas disciplinas, no sólo en la España metropolitana, sino en los países ultramarinos, que muy pronto conseguirían su independencia. Nombres como los de Jorge Juan, Ulloa, Félix de Azara, Elhuyar o Andrés del Río, y el descubrimiento de dos elementos químicos, el “platino” y el “wolframio”, o la construcción de un Centro de Investigaciones Científicas, que más tarde se convirtió en la pinacoteca del Prado, junto a un Jardín Botánico con las más variadas especies, o la Real Sociedad Vascongada, o el Seminario de Minería fundado en México por Elhuyar, etc...., dan una idea de la intensidad, protección y reconocimiento que los estudios científicos tenían en la segunda mitad del siglo XVIII.
Pero la decapitación en 1792 de Luis XVI atemorizó de tal forma a las monarquías europeas en general, y en particular a la española, que ésta volvió a la fatídica política de Felipe II de cerrar las fronteras, en especial a lo que Ciencia y Filosofía se refiere, llegándose a cuestionar el interés del cultivo de estas disciplinas y considerarlas como el origen del desorden y la subversión, y principal peligro de la monarquía. La oración apologética de Forner es un claro ejemplo de obra realizada por ideólogo pagado para instaurar un determinado pensamiento oficial y justificar determinadas acciones.
Tras unos treinta años de abandono cultural y sobre todo científico, en los que se cerraron universidades para abrir escuelas de Tauromaquia, y en los que se pronunciaron por un rector universitario las ya tópicas palabras de « lejos de nosotros la funesta manía de pensar », se inició con la nueva monarquía constitucional una tarea de reconstrucción cultural. En este marco, la creación de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid otorga a los estudios de las ciencias exactas y de la naturaleza un nuevo vigor y la Academia de Ciencias confiere a los científicos un rango social y un reconocimiento de que antes carecían. Pero evidentemente no eran suficietes una escuela y una dignidad para que la ciencia creciese, pues se requerían condiciones generales de cultura y de forma de producción para que la actividad de la ciencia se insertara con derecho propio dentro del cuerpo social del país. Así, la tendencia hacia una ligera industrialización y la necesidad de construir nuevas vías de comunicación que agilizara el comercio empujó a la construcción de una red de carreteras más adecuadas y a la implantación del ferrocarril en España. Las Escuelas Técnicas Superiores, presionadas por las realidades prácticas, fueron los principales centros de estudios científicos avanzados. En particular la Escuela de Caminos consiguió un merecido prestigio. Un ingeniero de Caminos, Echegaray, dio el primer grito de atención sobre el atraso en que se encontraba la matemática y la física en España, y fue el primer introductor de las modernas teorías en nuestro país.
Al finalizar el siglo, España contaría ya con cierto número de científicos que realizaban una producción de buena calidad. Citemos sólo algunos nombres : Ibáñez Ibero, Eduardo Hinojosa, Jaime Ferrán, Santiago Ramón y Cajal, Leonardo Torres Quevedo, Ramón Turró, Federico Oláriz, Eduardo Torroja, García Galdeano, Reyes Prósper, Echegaray. Estos hombres cultivaron la Medicina, la Ingeniería, la Antropología, la Matemática, la Física, y en muchos casos fueron creadores de primera magnitud, como Ramón y Cajal, o el gran precursor de la automática, Torres Quevedo. Por otra parte, desde la vuelta de Alemania de Sanz del Río hubo una gran modificación en las concepciones filosóficas, lo que trascendió, sobre todo por intermedio de Giner de los Ríos y su Institución Libre de Enseñanza, en el futuro de la educación y de la actividad intelectual y científica española.
Con estos antecedentes de eminentes cultivadores de la ciencia y con un nuevo enfoque de lo que se entendía por cultura, se hizo a principios del presente siglo el mayor intento que se ha realizado en toda la Historia de España para promover la actividad científica en nuestro país ; intento que lograría llevar la ciencia española hasta las proximidades de la ciencia mundial. Este intento fue la creación de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. El real decreto por el que se crea la Junta está firmado por Alfonso XIII en el 11 de enero de 1907, y en la exposición del preámbulo, escrito por Amallo Gimeno, se incluyen los siguientes párrafos que nos informan sobre el espíritu de la institución recién creada : « El pueblo que se aísla, se estaciona y se descompone. Por eso, todos los países civilizados toman parte en el movimiento de relación científica internacional, incluyendo en el número de los que en ella han entrado no sólo los pequeños Estados europeos, sino las naciones que parecen apartadas de la vida moderna, como China y aun la misma Turquía, cuya colonia de estudiantes en Alemania es cuatro veces superior a la española, la antepenúltima de todas las europeas, ya que sólo son inferiores a ella, en número, las de Portugal y Montenegro. Y, sin embargo, no falta entre nosotros gloriosa tradición en esta materia. La comunicación con los moros y judíos y la mantenida en plena Edad Media con Francia, Italia y Oriente, la venida de los monjes de Cluny, la visita a las Universidades de Bolonia, París, Montpellier y Tolosa, los premios y estímulos ofrecidos a los clérigos por los cabildos para ir a estudiar al extranjero y la fundación del Colegio de San Clemente en Bolonia son testimonio de la relación que en tiempos remotos mantuvimos con la cultura universal. » Pero no sólo se reconoce la necesidad de relación internacional y de estudio en otros países y otras universidades, también se ve la necesidad de que la ciencia aprendida se pueda fijar en nuestro suelo ; por eso continúa el preámbulo de la ley citada : « No olvida el ministro que suscribe que necesitan los pensionados, a su regreso, un campo de trabajo y una atmósfera favorables a que no se amortigüen poco a poco sus nuevas energías y donde pueda exigirse de ellos el esfuerzo y la cooperación en la obra colectiva a que el país tiene derecho. Para esto es conveniente facilitarles, hasta donde sea posible, el ingreso en el profesorado con los diversos órdenes de la enseñanza, previa garantía de competencia y vocación ; contar con ellos para formar y nutrir pequeños centros de actividad investigadora y trabajo intenso, donde se cultiven desinteresadamente la ciencia y el arte, y utilizar su experiencia y sus entusiasmos para influir sobre la educación y sobre la vida de nuestra juventud escolar. »
No se trataba de un decreto más, obra de la improvisación de políticos, sino que estaba respaldado por una Junta de personas que con su talla y obra hecha aseguraban que el espíritu superaba con mucho la letra. Bastaría con citar los nombres del presidente y del secretario para confirmar lo dicho : don Santiago Ramón y Cajal y don José Castillejo. Pero citaremos también alguno de los vocales, tomados más o menos al azar, para no dar aquí una fatigosa lista de veinte nombres : Echegaray, Hinojosa, Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal, Sorolla, Torres Quevedo, Rodríguez Carracido, etc... ; también es significativo que la Junta iniciara sus tareas de gran envergadura en un domicilio tan modesto como el siguiente : Plaza de Bilbao, número 6, segundo derecha ; domicilio que contrasta Con los mortuorios mármoles de épocas posteriores.
Numerosos fueron los laboratorios e institutos que aparecieron bajo el impulso de la Junta, y en los que se agruparon los pensionados en el extranjero a su regreso a España, con el fin de mantener y aumentar los conocimientos que habían adquirido en los países más cultos de Europa ; lo que también sirvió para estimular y poblar los laboratorios universitarios. Así encontramos en los años veinte un entramado de instituciones, laboratorios, publicaciones, etc..., vivificados con personas con nueva savia y entusiasmo para probar de una vez por todas que los pesimismos en torno a la incapacidad del español en la ciencia, como venía manteniéndose por alguno de los Participantes de la polémica de la ciencia española, eran totalmente injustificados.
Así, tenemos el Laboratorio de Física y Química, que dirigió Cabrera, y que se convertiría más tarde en el Instituto Nacional de Física y Química ; en él trabajaron Moles, Martínez Risco, Catalán, Duperier, Palacios, Madinaveitia, Francisco Giral. El Laboratorio de Fisiología de la Residencia de Estudiantes dirigido por Juan Negrín, tras su brillante carrera investigadora desarrollada en las universidades alemanas ; con Negrín trabajaron Hernández Guerra, García Valdecasas, Francisco Grande. Severo Ochoa, etc... El Laboratorio de Matemáticas que dirigió Rey Pastor, aportando métodos y problemas adquiridos en Berlín y Götingen ; en él trabajaron Fernández Baños, Pineda Gutiérrez, Araujo, Orts, Iñiguez Almech, Lorente de No, Puig Adam, y los más jóvenes Santaló, San Juan, Ríos, etc... El Instituto Cajal, con sus múltiples laboratorios, en los que trabajaban Tello, Achúcarro, Del Río Ortega, Lorente de No, etc... El Museo Nacional de Ciencias Naturales, que Ignacio Bolívar elevó a la categoría de centro de investigación de primera magnitud, en el que colaboraron Ángel Cabrera, Enrique Rioja, Nonidez, Zulueta, Galán, Royo Gómez, Cuatrecasas, Font Quer, Miranda... El Instituto de Automática de Torres Quevedo, en donde se anticipa a varios logros científicos que caracterizan nuestra época : la teledirección y el automatismo. José Giral, en su laboratorio de la Universidad de Madrid, renueva los estudios de Bioquímica. Odón de Buen impulsa los estudios oceanográficos.
En Barcelona también en esta época se conoce un auge en las actividades científicas auspiciado primero por la Diputación, luego por la Mancomunitat y después por la Generalitat de Catalunya. Nombres como los de Milá y Fontanals, Serra Hunter, Bosch Gimpera, Xirau, Nicolau d’Olwer, Soldevila, Turró, Pí Sunyer y más jóvenes como Bellido, González Domingo, Dalmau, Cervera, Carrasco. Instituciones como el Institut d’Estudis Catalans, la Societat Catalana de Biología, el Laboratori Municipal del Parc dirigido por Turró, el Laboratori de Fisiología dirigido por Augusto Pí Sunyer, los Laboratorios de la Facultad de Ciencias, de donde salieron figuras como la de Fernández Galiano ; otros profesores también contribuyeron a vitalizar las entidades catalanas, como son Jaime Peyri, Manuel Dalmau, Gallart, Corachan y otros.
También queremos recordar aquí otra institución que tuvo gran trascendencia en la creación del ámbito de estudio propicio para la investigación : fue la Residencia de Estudiantes, dirigida desde su fundación por Alberto Jiménez Frau. En esta Residencia convivían profesores y estudiantes, había en ella laboratorios, biblioteca, salas de conferencias y exposiciones. Pasaron por la Residencia personas como Unamuno, Machado, Ortega y Gasset, Onís, Menéndez Pidal, Juan Ramón Jiménez, Moreno Villa, García Lorca, Alberti, Dalí, Buñuel, Severo Ochoa, etcétera... ; entre los invitados extranjeros citemos a Einstein, Bergson, Freud, Valéry, Mme. Curie...
Con estos antecedentes, y a casi cuarenta años de finalizada la guerra civil española, resulta a veces difícil de comprender cómo pudo realizarse un exilio de la magnitud del que es motivo de esta obra, sobre todo en personas liberales, cultas, la mayor parte profesores universitarios pertenecientes a clases acomodadas y difícilmente imputables de extremismo. ¿Fue simplemente una ocasión para ganarse la vida más cómodamente en países que no habían pasado una guerra y que por tanto sus economías eran más florecientes ? No es éste precisamente el tipo de esta emigración que representa una de las mayores « huidas de cerebros » de la historia. Los datos contenidos en una carta que no hace mucho me remitió desde México el eminente medico y entusiasta español doctor Puche Álvarez, dan alguna luz sobre esta cuestión ; por tanto, utilizando la benevolencia y la autorización de su autor, transcribo aquí alguno de los párrafos de la misma :
« El doctor Francisco Giral me transmitió algunos datos que resumen las alteraciones producidas en el escalafón de catedráticos, tomando como punto de referencia el de 1935. La relación de este documento incluía 575 catedráticos universitarios en activo, más 40 excedentes. El de 1945 reducía la relación de profesores en activo y excedentes en aproximadamente la mitad, 319 y 20, respectivamente. Se daba el caso de que aparecían incluidos algunos profesores exiliados y otros repuestos al terminar el proceso de depuración. Los que salimos al exilio suman algo más de un centenar y casi otros tantos de los que quedaron en España fueron destituidos o sujetos a proceso. Ocho fueron fusilados, dos de ellos ejerciendo las funciones rectorales. Leopoldo Alas (hijo de Clarín), en la Universidad de Oviedo ; Salvador Vila, en Granada ; Juan Peset, mi antecesor en la rectoría de Valencia, fue también pasado por las armas. Los otros compañeros Casto Prieto Carrasco, Joaquín García Labella, Rafael García Duarte, José Palanco Romero y Arturo Pérez Martín ; L. Morillo, decano de Medicina en Santiago, se suicidó en la cárcel ante la intolerable presión y amenaza. El triunfalismo dio como resultado el exterminio de los elementos más valiosos de la Universidad española. Después continuó por muchos años la más sañuda persecución prohibiendo la publicación de nuestros escritos, obligando a los editores de obras originales aun de traducciones de obras extranjeras a dejar innominados nuestros trabajos. Y así..., ¡podríamos continuar una largísim lista de asesinatos, agravios y vejámenes ! Indirectamente hemos podido saber que el acceso a la universidad fue mediatizado excluyendo a jóvenes aspirantes, muy valiosos, por el hecho de no pertenecer a alguno de los sectores preponderantes. Esta situación ha determinado la emigración continua de otros jóvenes universitarios que van acomodando su vida en universidades de Europa y América. Además, hijos de exiliados ya nacidos en el exilio actúan todavía, con sentido español, como otros universitarios de alta calidad y provecho. »
En los párrafos anteriores quedan recogidas varias razones que justifican el exilio de esos científicos que tuvieron que sustituir una vida peregrina por la vida de claustro y laboratorio que llevaban en España, y en donde estaban logrando para interés propio y social un brillo que hasta entonces no había sido alcanzado por nuestra ciencia. Hay en esos párrafos razones dramáticas para el exilio, razones impuestas por una represión personal y por una represión sobre las obras. En el “Boletín Informativo de la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero” se dan varios casos de represión sobre las obras ; en los números 6, 8 y 9, bajo el título « El Estado franquista, editor pirata », se cuentan varios casos de mutilaciones de obras, de supresión de nombres de los autores, etc..., a ellos remitimos al lector ; también es curiosa noticia que en el número 10 de ese mismo Boletín se cita y que transcribimos a continuación :
« Un caso impresionante fue el de la revista Ciencia. Comenzó a publicarse esta “Revista hispanoamericana de ciencias puras y aplicadas” en México y en marzo de 1940. Del primer número se remitieron a España cerca de quinientos ejemplares. Al parecer, la mayoría llegó a su destino. Por muy diversos conductos se supo en México de la enorme satisfacción que produjo en todos los medios científicos españoles. Algunos, incluso escribieron solicitando la suscripción regular. Cuando fueron a entregar en la Administración de Correos de México los paquetes del tercer número (mayo de 1940) destinados a España, se mostró a los editores de la revista un oficio de la Administración de Correos de España recomendando a la Administración mexicana no admitiese paquetes de la revista Ciencia, pues serían íntegramente devueltos por haber sido prohibida su difusión en España. »
Quienes conozcan esta revista, estrictamente científica, quedarán perplejos ante tal prohibición.
Esta ocultación de la obra de los exiliados españoles, e incluso del hecho mismo de este exilio, puede verificarse consultando algunos de los diccionarios biográficos aparecidos en la larga posguerra española, en los que se omiten muchos nombres de exiliados eminentes y de otros que a pesar de incluirlos no citan ni de pasada esta circunstancia. Aunque peor es el párrafo con que en una de esas obras pretende justificar el exilio de figura tan eminente como la de Ignacio Bolívar, que dice así :
« La gran equivocación de los continuadores de la escuela entomológica de Bolívar (y de él mismo) fue la de mezclar, cosa frecuente entre los intelectuales españoles de los años treinta, la ciencia objetiva con la política, y esto hizo que aquel venerable anciano fuera a morir, ya ciego, lejos de su Patria y de “su” Museo, al que había dedicado los mejores años de su vida. »
Oigamos por boca del propio Ignacio Bolívar su sensación respecto al destierro que sufrió a la edad de ochenta y nueve años :
« Los universitarios españoles que hemos soportado, como simples ciudadanos, las amarguras de la emigración, comunes a todos los compatriotas desterrados, hemos sufrido, además, el inmenso dolor de abandonar nuestros centros y nuestros medios de trabajo, en la mayoría de los casos sin esperanza de recuperarlos jamás. La destrucción accidental o la destrucción premeditada, el rencor, las más bajas pasiones de venganza y hasta de incompetencia y la estupidez, han acabado con una buena parte de nuestros centros universitarios españoles y con la casi totalidad de nuestras bibliotecas particulares. Al problema general de reconstruir en el destierro nuestra vida privada, tuvimos que añadir una imperiosa necesidad que fue, para nosotros, sagrado deber : el de rehacer nuestra vida intelectual. »
Otro aspecto, sin duda interesante, del párrafo transcrito de la carta del doctor Puche es el relativo a la emigración de jóvenes estudiantes de la larga posguerra española, (le los hijos de los emigrados con motivo de la finalización de la guerra civil ; sin embargo, este punto no le trataremos en el presente trabajo, que se limita solamente a aquellos científicos ya formados en España y en donde desempeñaban su actividad científica y que se vieron obligados a « transterrarse » huyendo de la represión que se ejerció al término de la contienda.
En el capítulo anterior hemos querido dar una sucinta idea del estado de la ciencia en España antes del comienzo de la guerra civil. Durante la guerra civil la actividad científica tomó un carácter peculiar pero no decayó ; era necesario atender actividades relacionadas con la medicina militar [1], nutrición, comunicaciones, estadística, aeronáutica, balística, meteorología, etcétera..., y muchos de los científicos de quien trataremos en este estudio se dedicaron a ellas durante la guerra y sus conocimientos y experiencia fueron utilizados en la Segunda Guerra Mundial. También hay que hacer notar que en plena guerra y en ciudades sitiadas como Madrid se editaban revistas científicas (por ejemplo, la "Gaceta Matemática", que editó en este período J. Barinaga, y el "Anuario de Astronomía", editado por Carrasco Garorena). Por todo ello creemos que sería útil y curioso un estudio de la actividad científica durante la guerra civil española.
Terminada la guerra, con la derrota militar republicana, se produjo la más grande emigración española de su historia. Entre los seiscientos mil exiliados salieron de España buena parte de los científicos, que con tanto esfuerzo habían ido formándose en los decenios que precedieron a la sublevación militar del 36. Los profesores universitarios, investigadores, profesionales que pudieron cruzar la frontera con Francia [2] se vieron internados en campos de concentración, en donde los recluyeron inicial-mente las autoridades francesas ; luego con dificultad pudieron cruzar la línea que les impedía su acceso a las ciudades más populosas del norte de Francia. Otros embarcaron en los puertos de Valencia o Alicante con dirección a países de América, especialmente a México. Otros aún salieron por procedimientos menos convencionales (peligroso paso por Portugal, pequeñas embarcaciones conducidas a Argel, etc...) o padecieron los campos de concentración o las prisiones españolas antes de poder trasladarse al exilio.
En este sentido jugó un papel muy importante la Junta de Cultura Española, creada en París en 1939, y trasladada posteriormente a México, por distinguidos representantes de la intelectualidad española en el exilio ; sus objetivos eran : hacer un censo de intelectuales españoles emigrados, que se estimaban en más de cinco mil ; aconsejar y hacer posible la distribución de estos intelectuales entre los distintos países que los acogían, especialmente en los de habla hispana, ya que para muchos de ellos el idioma era una barrera ; evitar el aislamiento de los intelectuales, proporcionando medios para un contacto permanente ; animar a que la cultura española, amenazada por el nuevo régimen instalado en territorio español, pueda no sólo sobrevivir, sino también incrementarse mediante el intercambio libre y solidario ; uno de los medios de este intercambio fue la fundación de la revista mensual "España Peregrina".
Diversos países europeos acogieron a estos científicos e intelectuales en su seno, como Francia, Inglaterra, la Unión Soviética, pero en gran parte ésta fue una estancia temporal, y el destino definitivo para la mayor parte de nuestros científicos fue, sin ninguna duda, los países americanos, y entre ellos México incorporó en su seno a mayor cantidad, proporcionándoles desde su llegada una acogida calurosa y fraterna. Otros países de América en los que fue notable la inmigración de científicos españoles fueron Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Venezuela... y Estados Unidos, en cuyas universidades pronto impartieron sus conocimientos.
La acogida de científicos españoles en los distintos países era motivada muchas veces por el prestigio internacional de los mismos, por el conocimiento local de su valía constatado en actividad docente o conferenciante realizada en dicho país antes de estallar la contienda, por relación personal con profesores nativos o españoles ya instalados en dichos países, etc... o por instituciones especialmente creadas para tal fin, como fue el Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México.
En este sentido pondremos un par de ejemplos de cómo se realizaron en forma concreta algunos de estos desplazamientos. Los primeros son de carácter personal, el tercero institucional.
Rey Pastor, quien ya desde hacía algunos años (aprovechando la diferencia de estaciones producida por la diferencia de hemisferio) pasaba la mitad de su tiempo en Buenos Aires como profesor titular de la Universidad Nacional, apoyó a los matemáticos Santaló, Corominas, Pí Calleja y Balanzat, quienes se encontraban en Francia a mediados de 1939. Rey Pastor conocía la valía intelectual y personal de dichos matemáticos, alguno de ellos, como Santaló, había sido discípulo suyo en Madrid. Por ello no dudó en correr personalmente con los gastos de desplazamiento de esas personas a Buenos Aires y de buscarles allí puestos de profesor en diversas universidades del país. De esta forma ayudaba a eminentes matemáticos y conseguía consolidar en Argentina una escuela matemática por la que había trabajado varios años desde que fuera invitado por la Asociación Cultural Española en 1919.
Otro ejemplo que nos ayuda a ver cómo fue el proceso de traslado de nuestros científicos a los países que los acogieron, puede dárnoslo la descripción que hace Marcel Granier-Doyeux de la captación de Augusto Pí Suñer por parte de la universidad venezolana :
« Al finalizar la guerra de España, encontrábase en Francia el profesor Pí Suñer. Por cuenta del Comité de la Recherche Scientifique trabajaba en 1939, cuando el ministro de Educación Nacional de Venezuela, Enrique Tejera, hizo valer sus influencias ante el Gobierno venezolano para conseguir la contratación de los servicios del profesor Pí Suñer. Es de estricta justicia reconocer a este ministro el mérito indiscutible que le corresponde por su gestión ante el gobierno presidido por el general Eleazar Gómez Contreras. Por otra parte, Tejera consiguió de las Cámaras legislativas una importante asignación para material científico con destino a la Universidad Central, primer centro docente de la República, cuyos laboratorios carecían de una dotación cónsona con el adelanto de la ciencia. Gracias a los créditos votados por el Congreso, pudo destinarse una cantidad apreciable a la creación del Instituto de Medicina Experimental y otra a la adquisición de instrumentos y aparatos que podrían adjuntarse a los que existían ya en el Gabinete de Fisiología de la Escuela de Medicina. »
Un ejemplo institucional es el Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México. Este Comité fue creado a mediados de mayo de 1939, y tenía por objetivo inmediato el recibir, ayudar, buscar trabajo, etc... a los grupos de emigrantes republicanos que llegaran al país. Pero su objetivo último era que, mediante este apoyo a los profesores e intelectuales españoles, pudiera mantenerse encendida la luz de la cultura española y tratar de ganar espiritualmente la batalla que en España se había perdido merced a la intervención de fuerzas extranjeras. El Comité Técnico, para facilitar su cometido, creó diversas instituciones en las que poder emplear a gran número de profesores españoles exiliados ; estas instituciones fueron el Instituto Luis Vives y la Academia Hispano-Mexicana ; el Patronato Cervantes, que promovió la creación de diversos centros educativos en distintos Estados de México ; la editorial Séneca, etc... Entre los científicos que fueron acogidos ya en 1940 por el Comité Técnico se encuentran : Pedro Carrasco, presidente del Patronato del Instituto Luis Vives ; Miguel del Río Guinea, Marcelo Santaló Sors, Alfonso Boix Vallicrosa, Eligio de Mateo Sousa, Juan Valero Serrano, Faustino Miranda, Federico Bonet Marco, todos ellos profesores del Instituto Luis Vives ; Ricardo Vinós, Lorenzo Alcázar, Luis Torón, Vicente Carbonell, José Fernández de Lerena y Teodoro González, profesores de Matemáticas de la Academia Hispano-Mexicana ; Pablo Diz Flores, Eugenio Álvarez Díaz, Casimiro Mahou, profesores de Física y Química de la misma institución ; Carlos Velo, profesor de Ciencias Naturales de la Academia Hispano-Mexicana, etc. Más adelante (Pp. 207-9) transcribimos unos párrafos de Somolinos que son muy ilustrativos de cómo fueron acogidos los médicos españoles exiliados en México.
En las páginas que siguen daremos un panorama de la emigración de la ciencia española motivada por la guerra civil de 1936-39, clasificada por ciencias ; incluiremos breve reseña biográfica de las figuras más destacadas y mención de las demás ; al final damos un índice biográfico esquemático, en el que citaremos las referencias a otros autores, en las que se puede encontrar más información sobre los mismos.
Médicos
Numéricamente el mayor contingente de científicos exiliados estuvo formado por médicos (sólo en México se estima que llegaron 500 médicos en 1939), muchos de renombre universal. Entre ellos se encuentran fisiólogos como Augusto Pí Sunyer y sus discípulos Carrasco Formiguera, José Puche Alvarez, Jaime y Santiago Pí Sunyer Bravo y Bellido Golferich ; Juan Negrín y sus discípulos Francisco Grande Covián, Severo Ochoa, etc... ; dermatólogos como Julio Bejarano Lozano, Peyri Rocamora, Sánchez Covisa ; endocrinólogos como Carrasco Formiguera, García Valdecasas, Pérez Cirera, Vázquez López ; ginecólogos como Otero Fernández, Torre Blanco ; oftalmólogos como Bidauzarraga y Laspita, Márquez Rodríguez, Rivas Cherif, Antonio Ros ; cirujanos y clínicos como Cortés Lladó, Juan Cuatrecasas, Juan Planellas, Trías Pujol, Trueta Raspall ; psiquiatras y neurólogos como Ángel Garma, Gonzalo Lafora, Wenceslao López Albo, Mira López, Dionisio Nieto, Pascual de Roncal, Miguel Prados Such ; histólogos como Pío del Río Hortega y Costero Tudanca ; médicos especializados en sanidad militar como Francisco Bergós Ribalta, Alberto Folch Pí, José Garreta Sabadell ; inmunólogos como Pedro Domingo ; parasitólogos como Gustavo Pittaluga ; y hasta un historiador de la medicina como Somolinos d’Ardois. Aunque esta relación es incompleta, nos da una clara idea de la vastedad en personas y en especialidades que representó el exilio médico.
Además hemos de señalar que gran número de dichos doctores ocupaban cátedras en diversas universidades españolas, y de entre ellos varios eran maestros de una especialidad en la que podría hablarse de escuela. Catedráticos de la Universidad de Barcelona fueron : Bellido Golferich, Peyri Rocamora, Augusto Pí Sunyer, Antonio Trías Pujol ; de la Universidad de Granada, Bellido Golferich, Otero Fernández, Joaquín Trías Pujol ; de la Universidad de Madrid, Teófilo Hernando Ortega, Manuel Márquez Rodríguez, Juan Negrín, Gustavo Pittaluga, José Sánchez Covisa ; de la Universidad de Salamanca, Cortés Lladó, Puche Alvarez, Antonio Trías Pujol ; de la Universidad de Sevilla, Juan Cuatrecasas, Augusto Pí Sunyer ; de la Universidad de Valencia, Puche Alvarez, que fue rector ; de la Universidad de Valladolid, Costero Tudanca, y de la de Zaragoza, Bellido Golferich, Grande Covián, Jaime Pí Sunyer, Joaquín Trías Pujol.
La mayoría fueron académicos de diversas academias nacionales y extranjeras, y algunos ocuparon alto cargos en la Sanidad Nacional.
Queremos citar aquí el siguiente párrafo de la presentación del trabajo de Somolinos d’Ardois, 25 años de medicina española en México, editado en 1966 por el Ateneo Español de México, que aunque no aparece firmada pertenece al doctor Puche Alvarez, y en el que se describe la actividad médica en la organización de la Sanidad del Ejército de la República :
« Unos cuantos jefes y oficiales del Ejército adictos a la República, unos por convicción sincera y otros guiados por las normas que rigen la decencia personal, ayudados por jóvenes universitarios de las distintas Facultades y Escuelas especiales, se aprestaron a organizar el Ejército de la República. De las milicias surgieron, tras grandes esfuerzos, las unidades combatientes disciplinadas. Los servicio recobraron de inmediato su normalidad, siendo uno de los primeros en recobrarla los de Sanidad. El doctor Juan Cerrada, médico militar, persona cabal, republicano convencido, asumió, secundado por otros compañeros médicos, civiles y militares, la tarea de organizar la Sanidad del Ejército de la República. Trabajaron, como era de esperar, sin discrepancia alguna, en perfecta armonía, con tal entusiasmo y abnegación que los servicios de Sanidad se adelantaron casi siempre a la formación de las unidades combatientes. Sustituyó a Cerrada el doctor Julio Bejarano, que se había distinguido en la organización de los servicios de Sanidad en el Leal Cuerpo de Carabineros, que pudo ofrecer a la República los primeros contingentes regulares de su naciente Ejército. Allí quedaron sus principales colaboradores : J. Segovia, Rafael Fraile, Torre-Blanco, Fanjul, Meda, Encinas, Nieto, Capellas y muchos más. Bejarano, en la Inspección General de Sanidad del Ejército de Tierra, reprodujo a escala más amplia la excelente labor realizada con anterioridad. Se organizaron nuevos hospitales móviles divisionarios y de cuerpo de Ejército, hospitales base y los servicios de las distintas especialidades. Quedaron cubiertas, en extensión y profundidad, todas las necesidades del Ejército con dotaciones y servicios que superaban con muchos a los conocidos anteriormente. Joaquín d’Harcourt, primero en los hospitales de Madrid, junto a don Manuel Bastos, luego en los servicios quirúrgicos de la Inspección general, desarrolló actividades meritísimas. Juan Herrera, Femando Priego, J. Recatero, Carlos Díez, J. L. Estellés, Martínez Iborra, los hermanos Colchero, Vega Díaz, Villa, M. Usano se distinguieron en la organización de los servicios en las zonas de operaciones. Cortés, Rivaud, Rincón de Arellano, Hinoja, Aranz, Sarmiento, Almagro, J. Aguado, Jaime Roig, Quemades, Madinaveitia, Márquez, Rivas Cherif, Acosta, Fumagallo, A. Peyri, en los servicios de hospitales y especialización. En las postrimerías de la guerra, el gobierno presidido por don Juan Negrín consideró necesario realizar grandes cambios en los mandos del Ejército y en la organización de los servicios. Fue nombrado director general de Sanidad el doctor Puche, que estaba al frente del Instituto Nacional de la Alimentación de Madrid, con el encargo de unificar todos los servicios que funcionaban autonómicamente. La nueva organización rindió los buenos resultados previstos. Se crearon "Reservas generales de Sanidad", que permitieron concentrar material y personal en los frentes más activos. Las llamadas "antenas quirúrgicas", instaladas en hospitalillos muy cercanos a la línea de combate, permitieron atender a los heridos de tórax y abdomen con mayor rapidez y eficacia. Durán multiplicó las unidades móviles de transfusión sanguínea, adelantando estos auxilios a los puntos de brigada. Se extendió el uso de las sulfamidas y de las curas oclusivas. Se redujo al mínimo la amputación de extremidades. Se organizaron los centros de recuperación para mutilados, incorporándolos prontamente a trabajos diversos de carácter activo, quedando así liberados de la precaria situación que antes era muy difícil de superar. Emilio Mira y López Albo contribuyeron con su gran experiencia a mejorar las condiciones psicológicas de los heridos y de los combatientes, en centros y hospitales especializados. Colaboraron al mejor servicio todos los elementos directivos procedentes de la anterior organización de Armas y Cuerpos. R. Fraile, J. González Aguilar, Gómez Pallete, García Cicuéndez adujeron sus valiosas experiencias en la nueva Dirección. D’Harcourt, Vázquez López, A. Folch, A. Giral, Minguillón, los dos Trías Pujol, Trueta, Lagarriga, Griñó realizaron en sus respectivos puestos una labor insuperable Fueron actualizadas las técnicas del racionamiento en campaña, y para el abastecimiento de la población civil, bajo los auspicios de F. Grande, J. Bofill, Ridaura, Benaiges y Oriol, se centralizó la adquisición y distribución de medicamentos. El trabajo de esta legión de hombres intrépidos, de probada abnegación y competencia, tuvo que realizarse muchas veces bajo el fuego enemigo, que no solía respetar las señales y distintivos que marcaban los hospitales, los trenes de heridos y las ambulancias. La intensidad de los sufrimientos acrecentó a niveles sublimes el ánimo de los médicos españoles. »
Indiquemos ahora en qué países se dispersó la pléyade de médicos que se vio obligada a abandonar su país huyendo de la represión que cayó sobre otros de sus colegas que no pudieron alcanzar el exilio. El número mayor emigró a México ; éstos fueron, entre otros : Barón Fernández, Julio Bejarano, Bidaurrazaga, Carrasco Formiguera, Cristián Cortés Lladó, Costero Tudanca, Alberto Folch Pí, Germán García, José García Valdecasas, Joaquín d’Harcourt, Gonzalo Lafora, Wenceslao López Albo, Marcelino Losada, Manuel Márquez, Dionisio Nieto, Ortiz Lanzadun, Otero Fernández, Federico Pascual del Roncal, Dionisio Peláez, Pérez Cirera, Antonio Peyri Rocamora, Augusto Pí Sunyer, Jaime Pí Sunyer, José Puche Alvarez, Manuel Rivas Cherif, Antonio Ros, Somolinos d’Ardois, Torre Blanco ; a la Argentina emigraron Francisco Bergós Ribalta, Juan Cuatrecasas, Ángel Garma, Emilio Mira López, Pío del Río Hortega, Luis Sayé ; al Uruguay fueron Francisco Bergós Ribalta, Emilio Mira López ; en Colombia estuvieron Julio Bejarano, Santiago Pí Sunyer, Antonio Trías Pujol, Joaquín Trías Pujol ; en Venezuela residieron Bengoa Lecanda, Carrasco Formiguera, Augusto Pí Sunyer, José Sánchez Covisa ; en Panamá estuvieron Garreta Sabadell y Santiago Pí Sunyer ; en Cuba, Gustavo Pittaluga y Pedro Domingo ; en Bolivia, Santiago Pí Sunyer ; en Chile, Bergós Ribalta. En países europeos estuvieron : Juan Planelles, en la Unión Soviética ; Bellido Golderich, Antonio Ros, en Francia ; Juan Negrín, Ochoa, Raventós Pijoán, Trueta Raspall, Vázquez López, en Inglaterra. En Estados Unidos estuvieron Ochoa, Roura Parella ; en Canadá, Miguel Prados Such. Actuaron temporalmente en Francia : Alberto Folch Pí, Teófilo Hernando, Luis Sayé, Río Hortega, Antonio Ros.
Esta relación es necesariamente incompleta, pero sirve para dar una idea de la magnitud de la diáspora médica hispana.
Refiriéndose a México, Somolinos, en su ya citado trabajo, dice :
« Durante la segunda mitad del año 1939 y principios del 40, se produjo en la medicina mexicana un hecho insólito, del que no conozco antecedente similar en ningún otro país, ni pienso pueda volver a repetirse. Sin aviso previo y casi sin consultar a los organismos directivos de la medicina, por una serie de contingencias políticas, obtuvimos carta de residencia y permisión de ejercicio en la República [de México] unos quinientos médicos españoles, llegados en grupo como exiliados políticos con el amparo del Gobierno de México. Las estadísticas consideraban en unos cinco mil el número total de médicos que en aquella época estaban registrados en el Departamento de Salubridad. De tal manera que el volumen de los recién llegados representaba aproximadamente el 10 por 100 del cuerpo médico mexicano. La acogida es evidente que fue inolvidable-mente amistosa y cordial. Hubo, como es legítimo, protestas de algunos sectores médicos, y a manera de recuerdo pintoresco señalaré una serie de artículos, firmados por el doctor Oneto Barenque, donde se nos ponía como hoja de perejil, los cuales estaban dictados por su posición de secretario del Sindicato Médico más que por su animadversión personal. En otros medios : hospitales, clínicas, consultorios, la acogida fue francamente fraternal y supero en afecto y amistad todo lo que más podíamos esperar. Desde el mismo día de nuestra llegada se nos autorizó para ejercer la profesión. Esto es lo más inusitado de aquella situación ; y antes de que el papeleo burocrático nos registrara, revalidara títulos y en general nos conocieran, ya eran muchos los médicos españoles que veían enfermos, establecían consultorios o se acomodaban en servicios del país, unas veces oficiales y otras no. »
Más adelante, refiriéndose a los profesores universitarios y a la tarea que realizaron en la universidad mexicana, dice Somolinos :
« El conjunto del grupo español era de lo más abigarrado. Aunque en el fondo todos éramos médicos, la selección no se había hecho profesionalmente, sino por ideología política y situación geográfica en el momento de la salida. Naturalmente ésta era independiente de la edad, de la capacidad y de los conocimientos profesionales de cada uno. Dentro del grupo hubo grandes figuras con prestigio internacional ; médicos granados con labor sólida y madura, médicos anodinos y principiantes. Muchos vinieron aquí a terminar su vida de trabajo ; otros, a iniciarla. Pí Suñer, Otero, Lafora, don Manuel Márquez, son ejemplos inolvidables de maestros que dirigieron nuestras vidas juveniles y llegaron ya reconocidos como primeras figuras de la medicina mundial. Varios de ellos fueron miembros de esta Academia Nacional de Medicina de México. D’Harcourt, Bejarano, Puche, Cristián Cortés, Rivas Cherif, Torre Blanco y otras varias decenas más representaban al médico español, todavía joven, pero ya con sólida preparación teórica y práctica, la mayoría de los cuales, además, habían ya sobresalido en la cátedra y en la enseñanza. Algunos eran investigadores de primera fila, jóvenes y con grandes promesas, sólo recordaré a dos que están entre nosotros y cuya labor es de todos conocida : Isaac Costero y Rafael Méndez... Pronto, los profesores españoles llenaron los ámbitos universitarios de todas las Facultades y, desde entonces hasta hoy, colaboraron al unísono con el profesorado mexicano en la noble tarea de la docencia universitaria. Tal vez sea en medicina donde el grupo de profesores incorporados a la Facultad sea más pequeño en proporción con el número de emigrados. Sin embargo, no podemos olvidar la labor que desde la cátedra han hecho figuras como Puche, Pérez Cirera, De Miguel, Capella, Rafael Méndez, Costero y Jaime Pí Suñer, en la Universidad ; don Manuel Márquez, Paniello, Germán García, Torre Blanco, Dutrén, Folch Pí, en el Politécnico ; López Albo, Peyri y Fumagallo, en Monterrey ; Herráiz y Aparicio, en Pachuca ; Ridaura, en Tampico. »
Aunque por la brevedad de este trabajo no podemos extendernos en todos los médicos citados, daremos, sin embargo, algunos datos de parte de ellos para que sirvan de muestra de la calidad de nuestros exiliados en México.
José Puche Alvarez, doctor en Medicina, catedrático de Fisiología General, Química Fisiológica y Fisiología Especial de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, es uno de los más eminentes discípulos de Pí Suñer ; fue también rector de la Universidad de Valencia, director del Instituto Nacional de Higiene de la Alimentación de Madrid, consejero de Instrucción Pública, inspector general de Sanidad del Ejército de Tierra y director general de Sanidad de Guerra. En 1939 se exilió a México, donde fue profesor de Fisiología General en el Departamento de Fisiología de la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, profesor de Fisiología Humana en la Facultad de Medicina de la misma Universidad ; es miembro del Consejo de Redacción de la revista “Ciencia” ; es miembro de diversas academias y sociedades científicas.
Alejandro Otero Fernández fue catedrático de Obstetricia y Ginecología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, de la que también fue vicerrector ; participó en diversos congresos de obstetricia y fue vicepresidente del Congreso Español de Obstetricia celebrado en 1925 ; fue diputado a Cortes ; murió en el exilio en la Ciudad de México.
Manuel Márquez Rodríguez fue catedrático de Terapéutica en la Universidad de Madrid y más tarde catedrático de Oftalmología en la misma Universidad ; fue académico de la Real de Medicina de Madrid ; en 1939 se exilia en México, donde reside hasta su fallecimiento.
Julio Bejarano Lozano, dermatólogo eminente ; fue médico del Cuerpo de Sanidad Nacional y ejerció como profesor e inspector del Servicio de Profilaxis antivenérea ; catedrático auxiliar de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid ; médico del Hospital General de Madrid, el Hospital de San Juan de Dios y de la Beneficencia Municipal de Madrid ; estuvo exiliado inicialmente en Colombia, desde donde se trasladó a México, donde residió hasta su fallecimiento.
Manuel Rivas Cherif, oftalmólogo discípulo de Manuel Márquez, fue profesor de Oftalmología en la Universidad de Barcelona ; en 1939 se refugia en México, donde es miembro de la Casa de España en México y del Colegio de México ; también es jefe de servicio del Hospital de la Asociación para Evitar la Ceguera ; reside en México hasta su fallecimiento.
Isaac Costero Tudanca fue becario de la Junta para la Ampliación de Estudios ; discípulo de Pío del Río Hortega, trabajó con él en el Laboratorio de Histología Normal y Patológica de la Residencia de Estudiantes de Madrid ; catedrático de Histología Normal y Anatomía Patológica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid y jefe del Laboratorio de Investigaciones de la misma Universidad ; exiliado en México, por encargo del doctor Chávez dirige el Laboratorio de Anatomía Patológica del Instituto Nacional de Cardiología ; es profesor de Anatomía Patológica de la Universidad Nacional Autónoma de México ; presidente de la Sociedad Latino-Americana de Anatomía Patológica, presidente de la Sociedad Mexicana de Patólogos, presidente de la Academia Nacional de Medicina de México.
Francisco Guerra estudió Medicina en Madrid, donde fue discípulo de Teófilo Hernando, con quien se inicia en Farmacología. Con sólo veinte años, participó en la guerra civil española, en la que ascendió por méritos de guerra, dirigió un Hospital Militar y fue jefe del Servicio de Inválidos. En 1944 se gradúa en Farmacología en la Universidad de Yale, y fue profesor de esta especialidad en las Universidades de México y California, Los Ángeles ; profesor de Historia de la Medicina en la Universidad de Yale. Es miembro de numerosas academias y asociaciones científicas. Posee una biblioteca particular con fondos valiosísimos para el estudio de la historia de la ciencia española, que guarda celosamente.
También nos describe Somolinos algunos otros aspectos de la actividad médica de los emigrados españoles, como son la actividad clínica y la actividad en los laboratorios farmacéuticos que hicieron posible la fabricación en México de numerosos medicamentos de tratamiento delicado ; dejemos hablar al propio Somolinos :
« En el Hospital General dejaron huella Carlos Parés, Germán García, Costero... El Leprosario fue dirigido por algún tiempo por Julio Bejarano, y en él actuó Antonio Peyri. Rivas Cherif colaboró desde los primeros tiempos en la Asociación para Evitar la Ceguera. Palencia trabajó al lado de Ruiz Castañeda en el Hospital General. El Hospital de la Beneficencia Española acogió y conserva todavía muchos médicos emigrados, entre los que sobresalieron Otero, Bejarano, Encinas, Barnés, Germán García, Gómez Higuera, López Albo, Obrador Acalde, Arín, Rollo, Rodríguez Mata y Capella, que dirigió el Hospital varios anos. En el Hospital Muguerza, de Monterrey, fue decisiva la actuación de Romero, López Albo y Fumagallo, creando servicios y clínicas de nuevas especialidades... También es indispensable recordar la influencia y el trabajo desarrollado por los médicos españoles dentro de la industria medicofarmacéutica en México. Fueron bastantes los laboratorios farmacéuticos fundados por médicos españoles. Pero hubo momentos en la historia de esta industria en que casi el 90 por 100 del personal técnico y responsable de toda ella estaba formada por españoles. Hoy el porcentaje es menor ; pero ¿quién no recuerda en este campo a Jesús Jiménez Fanjul, Cabrera, Valdecasas, Guardiola, Abaunza, Julio García, Aranguren, Domerio Mas, Pedro Tomás, Zorraga, Cortés Lladó, Vilches, Antonio Giral, Puche, Folch, Dutrém, Comesaña, Palencia, Carlos Martínez, Rioboo, Soler, Pérez Lías, Aramburo, etc. ?... Otro campo en el que la labor de los españoles hizo sobresalir la medicina mexicana con proyección internacional es el referente a las investigaciones... Es indispensable recordar los trabajos de Rafael Méndez sobre Digital, que como reconocen recientemente en la más notable publicación especializada de Estados Unidos, ha hecho cambiar por completo el concepto sobre la actividad y acción de esta droga, modificando todos los conocimientos anteriores. En cuanto al campo fisiológico no podemos olvidar los extraordinarios trabajos de Alvarez Buylla, que son seguidos con interés por todos los investigadores del mundo y pueden alcanzar a derribar conceptos tradicionalmente admitidos como inconmovibles... Es innegable que la influencia de Otero, Torre Blanco y Barnés, se dejó sentir en la gineobstetricia. Dionisio Nieto hizo labor trascendental e importante dentro de la neurología. Pascual del Roncal influyó en el diagnóstico psiquiátrico. La arteriografía cerebral progresó con las aportaciones de Jesús Sánchez Pérez, la Oftalmología recibió de don Manuel Márquez un maestro de calidad extraordinaria, al cual se debe la creación de la carrera de optometrista, y en Rivas Cherif un investigador original que ha formado escuela. Bejarano influyó en la Dermatología. Segovia aportó a la Cirugía mexicana una obra técnica quirúrgica fundamental. Victoriano Acosta y Pelayo Vilar influyeron en la Otorrinolaringología. Hasta la misma historia de la medicina encontró en el grupo español cultivadores que aportaron investigaciones originales. »
Los párrafos anteriores nos dan una idea de cómo fue la emigración de los médicos en México, que nos sirve para comprender cómo fue ésta en otros países en los que el número de emigrados fue menor, pero no los logros que en ellos consiguieron ; logros no tanto personales, como científicos e institucionales para los países que los acogieron. Así podemos citar la gran obra realizada en Argentina por Río Hortega en el Laboratorio de Histopatología por él creado, bajo el patrocinio de la Institución Cultural Española ; o la inmensa repercusión que tuvo Ángel Garma en el mismo país a través de la Asociación Psicoanalítica Argentina, por él fundada y presidida durante varios años. También es de importancia la obra realizada por Pí Suñer en Venezuela, tanto de investigación como de docencia a través del Instituto de Medicina Experimental creado por él en 1940, o la tarea de Gustavo Pittaluga en Cuba. A continuación darnos unas breves reseñas sobre estos personajes.
Una de las grandes figuras de la histología española perteneciente a la prestigiosa escuela de Cajal fue sin duda Pío del Río Hortega ; becario de la Junta para la Ampliación de Estudios, trabajó en París, Londres y Berlín ; a su regreso a España se incorpora al grupo de investigadores del Instituto Cajal, colaborando directamente con Achúcarro en estudios de neurohistología normal y patológica, y desarrolla métodos originales de investigación histológica ; sucedió a Achúcarro en la dirección del Laboratorio de Histología Normal y Patológica ; director del Instituto del Cáncer de Madrid ; fue presidente de la Sociedad Española de Historia Natural ; dio cursos en Norteamérica, Rusia, Japón y en los principales países europeos ; fue doctor « honoris causa » de las Universidades de Oxford y Cambridge. En el exilio trabajó sobre la estructura de los tumores cerebrales, primero en la clínica del profesor Vincent, en el Hospital de la Piedad, de París, y luego con el profesor Carm, en el Hospital Radcliff, de Oxford ; en 1940 marchó a la Argentina, invitado por la Institución Cultural Española para dirigir el Laboratorio de Investigaciones Histopatológicas de Buenos Aires. Fue profesor extraordinario de la Universidad de La Plata y miembro de diversas academias y sociedades científicas. Murió en Buenos Aires en 1945.
Ángel Garma había estudiado en las Universidades de Madrid, Tubingen y Berlín ; su especialidad fue la Psiquiatría, que ejerció en Madrid. En 1939 se traslada a Argentina, donde funda y dirige el Instituto de Psicoanálisis de Buenos Aires y la “Revista de Psicoanálisis” ; fue también fundador y presidente durante varios años de la Asociación Psicoanalítica Argentina ; fue profesor en la Universidad de La Plata (Argentina) y en los Estados Unidos. Es muy importante su tarea como propulsor de los estudios psicoanalíticos y la actividad psicoanalítica en América Latina.
Augusto Pí Suñer es sin duda una de las mayores figuras de la medicina catalana y española del presente siglo. Catedrático de Fisiología en las Universidades de Sevilla y Barcelona, dentro de la Mancomunidad de Cataluña, y como filial del Institut d’Estudis Catalans, funda la Societat Catalana de Biología, institución de gran prestigio que promovió el Laboratorio Municipal del Parque, dirigido por Turró ; el Laboratorio de Fisiología de la Facultad de Medicina, dirigido por el mismo Pí Suñer ; los de la Facultad de Ciencias, etc... ; se publicó un boletín, que se incluyó dentro de las actas de la Société de Biologie de París ; para apreciar la importancia de esta Sociedad Catalana de Biología, citemos algunos nombres vinculados a la misma : Marañón, Negrín, Pittaluga, Pío del Río Hortega, Severo Ochoa, Ignacio Bolívar, Rocasolano..., varios de los cuales citamos en otra parte por haber conocido también ellos el exilio. Fue Pí Suñer diputado a Cortes por Figueras, académico de la Real de Medicina de Barcelona, premio Achúcarro. Estuvo en Buenos Aires invitado por la Institución Cultural Española, y por su influjo se creó el Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina, de donde saldría el premio Nóbel argentino Bernardo Houssay ; fue vocal de la Junta para la Ampliación de Estudios y consejero de Instrucción Pública ; miembro de numerosas academias europeas y americanas ; maestro fecundo entre cuyos discípulos españoles podemos contar a : P. Agustí, R. Carrasco Formiguera, 1. Cervera, J. Puche, F. Riofrío, J. Pí Suñer Bravo, J. Bofill, F. Doménech Alsina, J. Raventós, C. Pí Suñer Bravo, M. Ferrán, A. Folch. Emigrado a Francia en 1939, es llamado por el ministro de Educación Nacional de Venezuela, en donde funda el Instituto de Medicina Experimental, centro de alta investigación en donde forma de nuevo otro grupo de discípulos americanos ; después de su jubilación en Venezuela se desplaza a México, donde fallece en 1965.
Gustavo Pittaluga, de origen italiano y que se nacionaliza español en los primeros años de nuestro siglo, fue jefe de la Sección de Parasitología en el Instituto Nacional de Higiene que dirigía Cajal ; fue catedrático de Parasitología y Patología Tropical en la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid ; miembro de la Real Academia de Medicina ; director de la Escuela Nacional de Sanidad. Fue diputado a Cortes durante la Monarquía. Cuando se crea en París en 1939 la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero, ocupa la presidencia ; más tarde se traslada a Cuba, donde ejerce como profesor del Instituto de Investigaciones Científicas de la Universidad de La Habana ; también fue profesor en la Escuela de Medicina Tropical de Puerto Rico.
Por último daremos alguna referencia de dos de los médicos españoles exiliados en Inglaterra. Uno de los exiliados españoles más conocido popularmente por su actuación política fue Juan Negrín, que fue ante todo un hombre de ciencia y un universitario distinguido. Doctor en Medicina, fue catedrático de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid ; becado en Alemania, se doctora en la Universidad de Leipzig, de la que es “Privatdozent” ; por encargo de Cajal se hace cargo del Departamento de Fisiología Cerebral del Instituto ; es director del Laboratorio de Fisiología de la Residencia de Estudiantes, de Madrid ; es secretario de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid y uno de sus mayores impulsores. Entre los discípulos distinguidos de Negrín citaremos al premio Nóbel Severo Ochoa. Políticamente fue parlamentario del Partido Socialista Obrero Español, diputado en las Cortes Constituyentes de la República ; durante la guerra fue ministro de Hacienda en el Gabinete de Largo Caballero y presidente del Consejo cíe Ministros hasta el final de la guerra. En 1939 se exilia y continúa siendo el jefe del Gobierno en el exilio hasta 1945, que dimite ; desde esta fecha se dedica de nuevo a sus trabajos científicos en Inglaterra, país donde pasa la mayor parte de su exilio. Murió en París en el año 1956.
José Trueta Raspall fue profesor de Cirugía en la Universidad de Barcelona y director del Hospital General de Cataluña ; durante la guerra civil española experimenta con éxito un método propio para el tratamiento de heridas abiertas, método que sigue empleando durante su exilio en Inglaterra en la Radcliff Infirmary, de Oxford. En 1939 fue asesor personal de McDonall, ministro de Sanidad británico durante la guerra. Actuó como cirujano en el desembarco de Normandía. Trabajó durante muchos años en el Morris Orthopedic Hospital, de Oxford ; fue profesor ordinario de la Universidad de Oxford ; al jubilarse en 1966 regresó a España, donde ha sido presidente cíe la Societat Catalana de Biología.
Físicos y matemáticos
En España, los estudios de Matemáticas habían sido considerados, salvo para un reducido número, como estudios complementarios de otras disciplinas, como si la matemática se tratara solamente de una ciencia instrumental que tenía su única justificación en la aplicación que de ella se hacían en otras ciencias ; por esto era corriente confundir ingenieros con matemáticos, o considerar que la finalidad de los matemáticos era dedicarse a la segunda enseñanza. Aunque, como hemos visto más arriba, esta idea se modificó por influencia del Laboratorio Matemático que dirigía Rey Pastor, el número de cultivadores de la matemática propiamente dicha era reducido, y por consiguiente reducido también en términos absolutos el número de matemáticos emigrados por razones motivadas directamente en la guerra civil española de 1936-39.
De la Física podemos decir algo similar de lo que acabamos de decir respecto de la Matemática. La docencia fue casi la exclusiva actividad de los físicos, hasta que los éxitos personales de Blas Cabrera y la organización del primer Instituto de Investigaciones Físicas por él impulsado orientaron hacia la investigación, como principal finalidad, a numerosos físicos. Por eso el número de físicos exiliados en 1939 fue también reducido considerado en valor absoluto.
Sin embargo, tanto la emigración de físicos como de matemáticos significó de hecho una pérdida irreparable para ambas ciencias, ya que eran árboles recién plantados y que no habían enraizado lo suficiente como para soportar una poda del calibre de la que se realizó con motivo de la guerra civil española.
En efecto, vemos entre los físicos, que son obligados a emigrar, figuras como Blas Cabrera, Nicolás Cabrera, Duperier, Castro Bonel, Carrasco Garrorena, Catalán, Martínez Risco, Candela Vila, Moles, Julio Palacios ; y entre los matemáticos, Luis Santaló, Manuel Balanzat, Pedro Pí Calleja, Ernesto Corominas, Marcelo Santaló, aparte de una pléyade de profesores de Matemáticas que habían actuado en la enseñanza secundaria o en las prestigiosas academias preparatorias de ingenieros, como Lorenzo Alcaraz, Vicente Carbonell, José Fernández Lerena, Teodoro González, Miguel Río Guinea, Luis Torón, Ricardo Vinós y Juan Valero Serrano. Queremos citar también aquí, aunque son figuras más directamente vinculadas con la Filosofía, los nombres de Juan David García Bacca y José Ferrater Mora, por su indudable actividad en Lógica Matemática, disciplina no cultivada hasta entonces en España, salvo la gloriosa excepción de Reyes Prósper, quien ya a finales del siglo XIX la había trabajado con algún éxito. También mencionaremos entre los matemáticos exiliados a Francisco Vera.
La sola enunciación de la anterior lista de nombres nos hace ver que, aunque no sea muy numerosa, en ella figura lo más granado de la Física y la Matemática, el soporte de lo que podría haber sido el foco que diera grandeza a estas dos ciencias poco tratadas en nuestro país. Ahí tenemos el nombre consagrado de Blas Cabrera, que su pérdida supuso una catástrofe para nuestra Física ; Cabrera, que fue el padre de la nueva Física en España, director del Laboratorio de Investigaciones Físicas primero y después del Instituto de Investigaciones Físicas y Químicas, patrocinado por la Fundación Rockefeller ; que fue rector de la Universidad de Madrid y presidente de la Real Academia de Ciencias de Madrid ; que fue secretario general del Comité Internacional de Pesas y Medidas de París y por invitación de Einstein y Mme. Curie miembro del Comité Científico del Consejo Internacionad de Física Solvay de Bruselas ; pero que sobre todo fue una persona con la capacidad y la voluntad de hacer crecer la ciencia en España, como podemos apreciar en el siguiente párrafo de su discurso de contestación a Moles, en la recepción de éste en la Academia de Ciencias en 1934 : « Muchos de nosotros vinimos a la vida consciente en una época que pasaba como evidente la incapacidad del español para la investigación científica ; peregrina idea que no dudaron en sostener algunos preclaros hombres que por otros conceptos honran la cultura española. Era un modo fácil de explicar nuestra pobre contribución al progreso científico de Europa en los últimos tres siglos y, además, una manera cómoda de acallar las acusaciones de nuestra conciencia colectiva por la responsabilidad en que incurrimos al ser meros usuarios de las ventajas de la civilización. No faltaron contradictores a semejantes tesis y, aunque inicial-mente la fortuna no les acompañó, ha llegado el momento en que nadie osa sostenerla. Sin embargo, conviene aportar argumentos concluyentes para probar la capacidad de nuestra raza para el trabajo de laboratorio y de la interpretación justa de los hechos observados, y en este sentido realiza Moles una obra altamente provechosa para el buen nombre español y, lo que es aún más importante, para el estímulo de nuestra juventud. ¿Pero qué significa propiamente esto que llama Moles dificultades de la Administración ? ¿Hemos de concretar la responsabilidad a los gestores de esa Administración, jefes de Negociado o ministros ? Creo yo que son las primeras víctimas, porque es difícil no personificar en ellos la responsabilidad de un estado de cosas ciertamente lamentable. Imaginemos por un momento que en el mismo Negociado que ha sido la muralla que obstaculizó una acción provechosa para el resurgimiento científico de España, sentamos un hombre comprensivo que allane los obstáculos. Habremos ganado una instancia, pero vendrá otra y después otra. Sólo con un cambio de fondo que supone la renovación de toda la vida oficial se hallaría remedio a este mal innegable. Pero tal renovación no puede ser una simple revolución. Requiere un estado de cultura cuya construcción será la obra lenta de la universidad. Si todos ponemos el esfuerzo, el tesón y la actividad de Moles, quizá en nuestros días o en la generación que inmediatamente nos siga, la vida de los investigadores españoles marche por la senda fácil que no pudieron soñar aquellos héroes de los comienzos del siglo pasado, pero que sería injusto negar que ya nosotros vislumbramos. Exige un poco de resignación por nuestra parte, pero no veo otro modo de llegar a esa situación que codiciamos. No será para nosotros, pero gozarán de ella nuestros hijos y discípulos. » Esta esperanza de Cabrera no se realizó, pues sus discípulos más brillantes como Duperier, Martínez Risco y su hijo Nicolás conocieron el exilio, su discípulo Catalán y su hermano Juan Cabrera fueron destituidos de sus cátedras al terminar la guerra, su discípulo Santiago Piña murió en una cárcel franquista en el año 1940 (Medinaveitia, p. 242).
Entre los discípulos de Cabrera que hubieron de exiliarse figura Arturo Duperier, una de las autoridades mundiales en radiación cósmica, y quien a partir de 1939 realizó sus actividades en el Imperial College de la Universidad de Londres ; aquí desarrolló importantes aparatos de medida de la radiación cósmica, aparatos que a su regreso a España en 1951 le fueron donados por las autoridades inglesas para que continuase con sus investigaciones en Madrid, pero por causas aún no aclaradas estos aparatos no lograron pasar la aduana española ; es el único físico no inglés (con Einstein) que ha sido invitado para realizar la sesión de apertura de la Physical Society de Londres ; murió en Madrid, en la mayor indiferencia, en el año 1959. En el aula 1110 de la Facultad de Ciencias de la Universidad Complutense hay una lápida que dice así : « Aula Duperier, la Facultad de Ciencias a su profesor Dr. D. Antonio Duperier Vallesa como homenaje en el X aniversario de su fallecimiento 15-XI-1969. Festividad de San Alberto Magno. »
Martínez Risco emigró a Francia en 1939 y trabajó como “maitre de recherches” en el laboratorio del profesor Perrin ; sus trabajos de óptica fueron publicados en “Le Journal de Physique et le Radium”, y alguno de ellos fue presentado en la Academia de Ciencias de París por el gran físico francés Luis de Broglie. Había sido catedrático de la Universidad de Madrid, diputado en Cortes durante la República y presidente del Comité de Coordinación de los Servicios de Óptica. Murió en el exilio en Paris en 1954.
Otro físico que murió en el exilio en México fue Honorato de Castro Bonell, que había sido catedrático de Cosmología y Física del Globo en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid y posteriormente catedrático de Astronomía Esférica y Geodesia de la misma Universidad. Fue también astrónomo del observatorio de Madrid, director general de Estadística y diputado en Cortes durante la República. En el exilio fue profesor de Astronomía y Geodesia en la Universidad de Puerto Rico ; en 1944 se incorpora al Ejército norteamericano en calidad de ingeniero. Desde 1945 hasta su muerte reside en México, donde fue investigador del Instituto de Investigaciones Científicas de la Universidad de Nuevo León, en Monterrey, y trabajó como geofísico en la compañía Petróleos Mexicanos.
Otro eminente científico muerto en el exilio fue Pedro Carrasco Garrorena. Ocupó la cátedra de Física Matemática de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, sustituyendo en ella a Echegaray. Fue decano de la Facultad de Ciencias de Madrid y director del Observatorio Astronómico de Madrid y académico de la Real de Ciencias de la misma ciudad. Exiliado en México, fue profesor en la Universidad Nacional Autónoma, en el Instituto Politécnico y en la Escuela Normal Superior de dicha ciudad. Fue presidente del Patronato del Instituto Luis Vives, de México.
Aunque no por republicano, sino por monárquico, vivió en el exilio en Portugal el físico Julio Palacios Martínez. Investigador del Instituto Nacional de Física y Química que dirigía Blas Cabrera. Catedrático de Física Teórica y Experimental de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid. Académico de la Real Academia de Ciencias de Madrid.
Entre otros físicos, dedicados principalmente a la docencia, que también conocieron el exilio podemos citar a Juan Oyarzábal, Rafael Candela Vila, Juan Valero Serrano, Casimiro Mahou, Eugenio Alvarez Díaz y Pablo Diz Flores.
Entre los matemáticos, aunque no se le puede considerar a Rey Pastor estrictamente como exiliado de la guerra civil española, ya que desde varios años antes de 1939 ya alternaba la cátedra entre Madrid y Buenos Aires, le mencionaremos aquí porque, por un lado, jugó un papel muy importante de apoyo a varios de los matemáticos españoles exiliados, y, por otra parte, porque no volvió a España desde finalizada la guerra hasta el año 1952. El papel de Rey Pastor en la Matemática fue análogo al de Blas Cabrera en la Física, incorporó a España en las tendencias modernas de la Matemática, gracias a las pensiones que le otorgó la Junta para Ampliación de Estudios para que estudiara en Berlín y Götingen. A su regreso dirigió el Laboratorio Matemático dentro del grupo de laboratorios que propició la Junta que presidía Cajal.
Uno de los discípulos más brillantes de este Laboratorio Matemático fue Luis A. Santaló Sors. Becado en la Junta para estudiar en Hamburgo con Blaske, se convierte en uno de los colaboradores más aventajados del ilustre matemático alemán, dedicándose desde entonces a la geometría diferencial y desarrollando notablemente con aportaciones originales la geometría integral. En 1939 se ve obligado a emigrar a Francia, desde donde es llamado por Rey Pastor a la Argentina, en la que fija su residencia hasta la actualidad. Fue investigador y vicedirector en el Instituto de Matemáticas de Rosario ; becado por la Fundación Guggenheim en Chicago y Princeton y desde 1948 profesor titular de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Otro eminente matemático exiliado que también fija su residencia en Argentina gracias al apoyo y la amistad de Rey Pastor fue Pedro Pí Calleja. Había sido becado por la Junta para la Ampliación de Estudios para trabajar en el Seminario Matemático de la Universidad de Berlín (1933-1935). A su regreso a Barcelona fue nombrado a propuesta de Terradas director del Centro de Estudios Matemáticos del Instituto de Estudios Catalanes. Exiliado en Argentina en 1939, fue profesor titular de diversas universidades argentinas. En el año 1957 regresa a Barcelona, donde es encargado de curso en la Facultad de Ciencias de Barcelona y más tarde catedrático de las Universidades de Murcia y Zaragoza, y por último catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Toda su valía intelectual y su impulso creador no han sabido ser utilizados a su regreso a la patria como ya había ocurrido anteriormente con el físico Duperier.
Manuel Balanzat de los Santos es otro de los matemáticos que emigraron a Argentina en 1939. A su llegada se incorporó al Seminario de Matemáticas de la Facultad de Ciencias que dirigía Rey Pastor. Posteriormente fue profesor de la Universidad de Cuyo (Argentina), trabajó un par de años en París en el Centre National de la Recherche Scientifique, volvió a Argentina como profesor del Instituto de Física de Bariloche ; más tarde fue profesor en las Universidades Central de Venezuela y de Clermont Ferrand de Francia. Últimamente es profesor y director del Departamento de Matemáticas de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Ernesto Corominas llegó a Buenos Aires en 1940, incorporándose al Seminario de Matemáticas de la Facultad de Ciencias dirigido por Rey Pastor. Posteriormente fue profesor de la Universidad de Cuyo (Argentina) y del Instituto de Matemática de Rosario (Argentina). De 1947 a 1952 fue investigador en el C.N.R.S. de Paris y posteriormente becado por la Fundación Guggenheim en el Institute of Advanced Studies de Princeton. Regresó a España y tras pasar unos años en Barcelona como profesor de colegios privados de enseñanza secundaria se incorporó a la Universidad Central de Venezuela. En la actualidad es profesor de la Universidad de Lyón.
Marcelo Santaló Sors, hermano del ya citado Luis Santaló, emigró a México en 1939. Fue profesor del Instituto de Gerona, astrónomo del Observatorio de Madrid y profesor de Astronomía en la Universidad de Madrid. En México fue profesor del Instituto Luis Vives.
Francisco Vera estuvo exiliado en Santo Domingo, Colombia y Argentina, donde murió en 1967. Es bien conocido por sus libros de Historia de la Matemática. Fue director de los “Anales” de la Universidad de Madrid y jefe de claves del Ministerio de Estado.
Naturalistas
También en las Ciencias Naturales la cultura española perdió con el exilio provocado por la guerra civil una pléyade de primeras figuras especialistas de cada una de sus ramas : entomología, botánica, zoología, geología y paleontología, biología marina, antropología. Desapareciendo con ellos algunos de los puntales promotores del desarrollo del estudio de las Ciencias Naturales en nuestro país.
Encabeza la lista de naturalistas exiliados el nombre de Ignacio Bolívar y Urrutia, figura egregia de las Ciencias Naturales en España. Emigró a México en 1939 cuando contaba cerca de noventa años, y habría de morir en esta ciudad cinco años más tarde, pero no sin dejar antes también en el continente americano la huella de su presencia que significó y significa todavía, la publicación de la revista de mayor prestigio científico escrita en lengua castellana “Ciencia”, de la que fue su fundador y primer director. Es una de las personalidades que durante su larga vida más influencia ejerció en el desarrollo de la ciencia en España, sólo comparable con la figura de Cajal. Esta influencia la ejerció a través de la dirección del Museo de Ciencias Naturales de Madrid (que convirtió en un verdadero centro de investigaciones), del Instituto de Ciencias Físicas y Naturales, mediante la creación de la Sociedad Española de Historia Natural ; a través de su cátedra en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, de la que fue decano ; como presidente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, cargo que ocupó tras la muerte de Cajal ; como presidente del Consejo Nacional de Instrucción Pública. Su actividad como naturalista le llevó a recorrer una amplia geografía, viajando por numerosos países del norte de África, de Oriente Medio, de África Central, de Asia y de América Latina. Sus trabajos son reconocidos mundialmente, y sus méritos le llevan a ocupar puestos de honor en las Sociedades Entomológicas de Bélgica, Francia, Inglaterra... ; a ser miembro de la Sociedad de Zoología de Inglaterra y Francia, de la Sociedad Mexicana de Historia Natural ; de las Academias de Medicina, Ciencias y de la Lengua de Madrid, etc...., pero estos excepcionales méritos no le sirvieron para terminar los últimos años de su vida en la paz de su obra consolidada.
Entre sus discípulos también exiliados en México citaremos a su hijo, Cándido Bolívar Pieltain, y a Federico Bonet Marco. El primero ocupó en Madrid la cátedra de Entomología dejada vacante por su padre a la jubilación de éste, y en México trabajó en el Laboratorio de Entomología del Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales ; desde la aparición de la revista “Ciencia” formó parte del comité de redacción, y a la muerte de su padre ocupó la dirección de dicha revista, que conserva en la actualidad.
Federico Bonet Marco fue catedrático y director del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza Antonio de Nebrija, de Madrid ; había colaborado con Ignacio Bolívar en la cátedra de Entomología de la Universidad de Madrid y en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid ; en México fue profesor y jefe de laboratorio de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional.
Entre los botánicos emigrados cabe destacar a José Cuatrecasas Arrumi y a Faustino Miranda. José Cuatrecasas fue catedrático de Botánica Descriptiva de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Madrid y jefe de la Sección Tropical del Jardín Botánico de Madrid, y más tarde director del mismo ; ya en esta época realiza exploraciones botánicas en Colombia ; a causa de la derrota de la República en la guerra civil española fija su residencia en Colombia, donde es nombrado profesor del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Bogotá ; en Cali (Colombia) es nombrado director de la Escuela de Agricultura Tropical del Valle y después director de la Comisión Botánica del Valle y profesor de la Facultad de Agronomía del Valle ; en 1947 pasó a trabajar en el Museo de Historia Natural de Chicago, para más tarde ser investigador en el Departamento de Botánica de la Smithsonian Institution, en Washington. Es miembro de numerosas academias y sociedades europeas y americanas.
Faustino Miranda hizo su tesis doctoral sobre las algas de las costas del Cantábrico, fue becado por la Junta para Ampliación de Estudios, trabajó en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y en el Museo de Historia Natural de París ; fue catedrático de Instituto en España. Emigró a México, donde fue investigador del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, profesor de la Escuela Normal Superior de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional y de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional. Organizó el Jardín Botánico de Tuxtla Gutiérrez, en el Estado de Chiapas, en donde organizó y dirigió el Instituto Botánico del Estado de Chiapas. Más tarde fue nombrado en México jefe del Departamento de Botánica del Instituto de Biología de la Universidad y jefe del Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México. Murió en el exilio en México en 1964.
Otro de los discípulos de Ignacio Bolívar que se dedicó preferentemente a la zoología de los invertebrados fue Enrique Rioja Lo-Bianco. A su muerte, ocurrida en México en 1963, publicó el “Boletín del Ateneo Español en México” la siguiente nota :
« Hemos perdido, mexicanos y españoles, un amigo y un biólogo eminente. Aún siendo grande su eminencia, no era más que el ornato que el estudio puso sobre su noble hombría. Discípulo de aquel sabio, que nos sigue acompañando con su ejemplo, don Ignacio Bolívar, la vida científica y la vida humana de Rioja discurrieron por los mismos cauces que señaló el maestro. Sentimos aflicción al vernos privados de su presencia viva, de su compañía inteligente que amortiguaba el rigor de los infortunios comunes, con su sonrisa alentadora y comprensiva. La Universidad de México pierde con Rioja a uno de sus valores más auténticos. Sus deudos, el vinculo entrañable, y sus discípulos, numerosos y fieles, un maestro que jamás podrán olvidar. »
Fue hijo de José Rioja, catedrático de Zoología de Invertebrados de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid ; fue catedrático de Ciencias Naturales en el Instituto de San Isidro, de Madrid, y director del mismo ; consejero de Instrucción Pública, vocal del Patronato de Misiones Pedagógicas, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Historia Natural. En México fue profesor en el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma y perteneció al consejo de redacción de la revista “Ciencia” desde su creación. También cabe destacar sus bellas y atractivas colaboraciones de divulgación, con dibujos propios, en revistas generales como “Romance” y “Las Españas”.
En Geología, Paleontología y Antropología hemos de citar a José Royo Gómez y a Pedro Bosch Gimpera. El primero fue director del Museo de Antropología, Etnografía y Prehistoria de Madrid, dirige las investigaciones paleontológicas del Instituto Nacional de Ciencias de Madrid ; inicia su exilio en Colombia en 1939, donde trabaja como geólogo del Ministerio de Minas y Petróleos, y es presidente de la Sociedad de Ciencias Naturales de Bogotá ; colabora al estudio de la realidad geológico-geográfica de Colombia y en la construcción del mapa geológico general de Colombia. En 1952 se traslada a Venezuela como profesor de Geología de la Universidad Central. Muere en Caracas en 1962.
Pedro Bosch Gimpera, antropólogo, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Barcelona y rector de la misma Universidad durante la autonomía. Fue consejero de la Generalidad de Cataluña. En 1939 se exilió, siendo profesor de las Universidades de México y Guatemala. Regresó a España y murió en México en 1975.
Entre los naturalistas exiliados tenemos que citar a los especialistas en Biología Marítima Osorio Tafall y a Fernando y Rafael de Buen. Bibiano Fernández Osorio Tafall fue en España catedrático de Ciencias Naturales del Instituto de Segunda Enseñanza Lope de Vega, de Madrid ; diputado a Cortes durante la República, y comisario general de Defensa durante la guerra ; emigró primero a Estados Unidos y después pasó a México, donde fue profesor de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional. Secretario de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, asesor técnico de la Dirección General de Pesca de la Secretaría de Marina.
Fernando de Buen fue jefe del Departamento de Biología del Instituto Español de Oceanografía y profesor de Biología de la Universidad de Madrid ; exiliado en México en 1939, es profesor de la Universidad de Morelia, asesor técnico de la Estación Limnológica de Pázcuaro y asesor técnico de la Dirección General de Pesca e Industrias Conexas de México.
Rafael de Buen fue catedrático de las Universidades de Sevilla y de Madrid ; pasa su exilio en diferentes países de Centroamérica, siendo sucesivamente subdirector del Instituto Nacional de Oriente de Nicaragua, catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica, asesor del Ministerio de Marina de México y jefe de investigaciones químico-biológicas de la Universidad de San Carlos, de Guatemala.
Químicos y farmacéuticos
También entre químicos y farmacéuticos fue considerable el número de los que se vieron obligados a transterrarse al finalizar la guerra que comenzó en 1936. Entre ellos varios profesores universitarios e investigadores que habían hecho crecer la Química en España durante el florecimiento de la ciencia española acaecido en el primer tercio del presente siglo ; citemos de este grupo a Enrique Moles Ormella, José Giral, Antonio Madinaveitia, Pérez Vitoria, Francisco Giral y Juan Madinaveitia. Otros eran profesores de segunda enseñanza, como Adela Barnés García, Alfonso Boix Vallicrosa, Eugenio Muñoz Mena y Laureano Poza Juncal. Dedicados fundamentalmente a la industria química y farmacéutica tenemos a Leone Abramisan, Álvaro Albornoz, Julio Colón, Casimiro Mahou, César Pí Suñer, César Roquero Sanz, José Vázquez Sánchez y Juan Xirau Palau. Un caso importante por su dedicación a la didáctica de la Química y a la historia de esta ciencia es Modesto Bargalló.
Tal vez el más destacado de los químicos fue Enrique Moles Ormella. Becado por la Junta para la Ampliación de Estudios para estudiar en Munich, Leipzig, Zurich y Ginebra ; se doctoró en Farmacia y en Química en Madrid y en Física en Ginebra, ciudad en la que fue “Privatzodent”. Catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Madrid y jefe de Sección del Instituto Nacional de Física y Química que dirigía Blas Cabrera ; fue presidente de la Sociedad Española de Física y Química y académico de la de Ciencias de Madrid. En 1939 se exilió en París, trabajando en el Centre National de la Recherche Scientifique. Regresó a España en 1941 y estuvo preso durante más de un año, al término de cual salió de la cárcel, pero estuvo separado definitivamente de la cátedra. Trabajó hasta su fallecimiento, ocurrido en 1953, en los laboratorios farmacéuticos Ibys.
Otro químico de gran prestigio fue José Giral Pereira, pese a que su brillo en la vida política desdibujara su personalidad científica. Fue catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Salamanca y de Química Biológica de la Universidad de Madrid, jefe de la Sección de Química del Instituto Nacional de Oceanografía. Rector de la Universidad de Madrid y académico de Medicina. Su vida política fue muy activa, siendo durante la República diputado a Cortes, ministro de Marina, presidente del Consejo de Ministros, ministro de Asuntos Exteriores. Se exilió en México en 1939, donde fue profesor de Química Biológica del Instituto Politécnico Nacional, de la Universidad Nacional Autónoma y director del Laboratorio de Investigaciones Químicas ; desde la creación de la revista “Ciencia” fue miembro de su consejo de redacción. También en el exilio tuvo actividad política, siendo jefe del Gobierno republicano en el exilio sustituyendo a Negrín tras la dimisión de éste. Murió en el exilio en México en 1962.
Su hijo Francisco Giral González, también doctor en Química, fue catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Santiago de Compostela ; durante la guerra fue director de las fábricas de pólvora de Medina de Segura, en Murcia, y de Concentaina, en Alicante. Exiliado en México en 1939, fue nombrado profesor de Química Orgánica de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional. Fue uno de los fundadores y de los principales promotores de la revista “Ciencia”, siendo redactor desde la creación de la misma. Fue miembro de la Casa de España en México y director del laboratorio de antipalúdicos sintéticos de la Campaña Nacional contra el Paludismo ; también tuvo el cargo de secretario general de la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero.
Antonio Madinaveitia Tabuyo fue jefe de la Sección de Química Orgánica del Instituto Nacional de Física y Química que dirigía Blas Cabrera ; catedrático de Química Orgánica y decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid. Exiliado en México en 1939, es fundador y director del Instituto de Química de la Universidad Nacional Autónoma. También su hijo, Juan Madinaveitia Jungerson, que fue profesor de Química Orgánica de la Universidad de Madrid, se exilió en México en 1939.
Augusto Pérez Vitoria fue catedrático de Química Inorgánica en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Murcia ; fue discípulo de Moles, con quien colaboró en el Instituto Nacional de Física y Química, y durante la guerra en la Dirección de Pólvoras y Explosivos. En 1939 emigró a Francia, donde colaboró con la U.N.E.S.C.O. desde su fundación, siendo el director de la revista científica “Impact”. En 1970 se trasladó a La Habana como jefe del proyecto CUB-5 para la reforma de la enseñanza en la Facultad de Ciencias de dicha ciudad.
Modesto Bargalló realizó en España una labor esencial para el desarrollo de la pedagogía y la didáctica de la Química ; fue profesor de Ciencias Fisicoquímicas y Naturales en la Escuela Normal de Maestros de Guadalajara ; cursó los estudios de Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid, trabajando en el Museo Nacional de Ciencias Naturales que dirigía Ignacio Bolívar. En 1939 se exilia en México, donde es profesor de Química Inorgánica en el Instituto Politécnico Nacional ; es muy importante su labor como historiador de la química, en particular de la minería y de la metalurgia del México prehispánico e hispánico.
4- INDICE BIOGRAFICO
Damos a continuación una relación de científicos españoles en el exilio producido en 1939. Los datos que damos para cada persona son los mínimos necesarios para su identificación, nombre, especialidad, fecha y lugar de nacimiento, lugares a los que emigraron y una breve lista de referencias en donde el lector puede encontrar más datos sobre los científicos reseñados. En los casos en que se hayan producido defunciones indicaremos también la fecha y el lugar en que se ha producido la misma.
ABRASON NAVARRA, Leone [Química-Farmacia] Exilio : México (1943)
AGUILÓ, Francisco de Sales [Ciencias Naturales]
ALBORNOZ, Álvaro [Química] ( - 1975 m. en México)
Exilio : México (1939) [Presidente de la República en el exilio : 1945-46]
ALCARAZ, Lorenzo [Matemático] ( -1 939 m. en México) Exilio : México (1939)
ALVAREZ DIAZ, Eugenio [Física] ( - Fallecido) Exilio : México
ALVAREZ SANTULLANO, M. Luisa [Ciencias Naturales]
ANDREU SETIIER, José [Física y Química]
BALANZAT DE LOS SANTOS, Manuel [Matemático] (1912 n. en Bargas (Toledo) - ) Exilio : Argentina (1939), París (1947), Argentina (1955), Venezuela (1960), Clermont-Ferrand (1962), Argentina (1966).
BARGALLÓ, Modesto [Química] (1894 n. en Sabadell (Barcelona) - ) Exilio : México
BARNÉS DE GARCÍA, Adela [Química] Exilio : México (1940)
BARÓN FERNANDEZ, José [Medicina : Puericultor] Exilio : México
BARRANCO DíAZ, Fernando [Naturales] (1903 n. en Madrid - ) Exilio : Argentina
BEJARANO LOZANO, Julio [Medicina : Dermatólogo] (1893 n. en Madrid - 1966 m. en México) Exilio : Colombia, México
BELLIDO GOLFERICH, Jesús María [Medicina : Fisiólogo] (1880 n. en Barcelona - 1952 m. en Toulouse) Exilio : México, Francia
BENAIGES, José [Microbiología] Exilio : Venezuela
BENGOA LECANDA, José María [Medicina] (1913 n. en Bilbao - ) Exilio : Venezuela
BERGÓS RIBALTA, Francisco [Medicina : Anatomía] (1903 n. en Barcelona - ) Exilio : Argentina, Bolivia, Chile, Uruguay
BIDAURRAZAGA LASPITA, Ángel [Medicina : Oftalmólogo] (1882 n. en Erandio (Vizcaya) Exilio : México
BOFILL, Juan [Histología y Anatomía Patológica] Exilio : Venezuela
BOIX VALLICROSA, Alfonso [Química-Farmacia] ( - Fallecido) Exilio : México (1939)
BOIX VALLICROSA, ( ?) [Medicina] Exilio : París
BOLÍVAR PIELTAIN, Cándido [Naturales : Entomólogo] Exilio : México (1939)
BOLÍVAR URRUTIA, Ignacio [Naturales : Entomólogo] (1850 n. en Madrid - 1944 m. en México) Exilio : México
BONET MARCO, Federico (1906 n. en Madrid - ) Exilio : México
BOSCH GIMPERA, Pedro Antropólogo] (1891 n. en Barcelona - 1975 m. en México) Exilio : Colombia, México, Guatemala
BUEN, Rafael de [Naturales : Oceanógrafo] (1891 n. en La Garriga (Barcelona) - ) Exilio : Nicaragua, Costa Rica, México, Guatemala
BUEN LOZANO, Fernando de [Naturales : Oceanógrafo] (1895 n. en Barcelona - m. en Chile) Exilio : México (1939), Chile
BUEN, Odón de [Naturales : Oceanógrafo] ( - 1945 m. en México) Exilio : México (1942)
CABALLERO FERNANDEZ, ( ?) [Medicina] (1896 n. en Barcelona - ) Exilio : México
CABRERA, Blas [Física] (1878 n. en Arrecife de Lanzarote - 1945 m. en México) Exilio : París, México
CABRERA, Nicolás [Física] Exilio : México
CABRERA SÁNCHEZ, Blas [Medicina : Fisiología] Exilio : México
CANALS DE JUNYER, Dolores [Medicina : Puericultora] (1923 n. en Barcelona - ) Exilio : República Dominicana, Cuba, Estados Unidos
CANDEL VILA, Rafael [Física : Cristalógrafo] ( - m. en Francia) Exilio : Toulouse (1939)
CARBONELL, Vicente [Matemático] Exilio : México (1939)
CARRASCO FORMIGUERA, Rosendo [Medicina : Fisiólogo] (1892 n. en Barcelona - ) Exilio : México, Venezuela
CARRASCO GARRORENA, Pedro [Física : Astrónomo] (1882 n. en Badajoz - 1966 m. en México) Exilio : México
CARRERAS REURA, Francisco [Farmacia] (1896 n. en Mahón (Baleares) - m. en Madrid) Exilio : Colombia, México
CARRETERO JIMÉNEZ, Anselmo [Ingeniero Industrial] (1908 n. en Segovia - ) Exilio : México
CASALS-ARIET, Jorge [Medicina] (1911 n. en Viladrau (Gerona) - ) Exilio : Estados Unidos
CASTRO BONELL, Honorato [Física : Geofísico] (1885 n. en Borja (Zaragoza) - 1962 m. en México) Exilio : Puerto Rico, Estados Unidos, México
COLÓN, Julio [Farmacia] ( - m. en México) Exilio : México
CONDE LÓPEZ, Manuel [Medicina] (1901 n. en Badajoz- ) Exilio : Argentina
COROMINAS, Ernesto [Matemáticas] Exilio : Argentina (1940), París (1947), Estados Unidos (1953), Venezuela (1962), Lyón (1964)
CORTÉS LLADÓ, Cristian [Medicina : Cardiólogo] (1902 n. en Barcelona - m. en Barcelona) Exilio : México
CORTÉS LLADÓ, Mario [Medicina : Gastroenterólogo] Exilio : Venezuela
COSTERO TUDANCA, Isaac [Medicina : Histólogo] (1903 n. en Burgos - ) Exilio : México
COURCEIRO, Pedro Exilio : Francia
CREsPI JAUME, Luis [Química-Física] Exilio : Francia
CUATRECASAS ARRUMI, José [Naturales : Botánico] (1903 n. en Camprodón - ) Exilio : Colombia, Estados Unidos
CUATRECASAS ARRUMI, Juan [Medicina : Antropólogo]
CASTRO BONELL, Honorato (1899 n. en Camprodón (Ripollés) - ) Exilio : Argentina, Bolivia
CHINCHILLA ALEDO, Enrique [Matemáticas]
D’HARCOURT GOT, Joaquín [Medicina] (1896 n. en Puerto Príncipe (Cuba) - m. en México) Exilio : Francia, México
DIZ FLORES, Pablo [Química : Ingeniero Químico] ( - m. en México) Exilio : México
DOMINGO SANJUÁN, Pedro [Medicina : Microbiólogo] (1896 n. en Barcelona - ) Exilio : Cuba
DUPERIER VALLESA, Arturo [Física : Físico] (1896 n. en Pedro Bernardo (Ávila) - 1959 m. en Madrid) Exilio : Inglaterra
ESPÍN RODRIGO, José [Medicina : Histólogo] (1913 n. en Lorca (Murcia) - ) Exilio : Venezuela
FANJUL, Luis [Profesor Auxiliar de Parasitología de la Universidad de Madrid] Exilio : México
FERNÁNDEZ DE LERENA, José Exilio : México (1939)
FERNÁNDEZ LÓPEZ, Guillermo [Ciencias Naturales]
FERNÁNDEZ OSORIO TAFALL, Bibiano [Ciencias Naturales : Oceanógrafo] (1903 n. en Pontevedra - ) Exilio : Estados Unidos, México
FERRATER MORA, José [Lógico Matemático] (1912 n. en Barcelona - ) Exilio : Cuba (1939), Chile (1941), Estados Unidos (1947)
FOLCH PI, Alberto [Medicina : Fisiólogo] Exilio : Francia, México
FOLCH PI, Jorge [Medicina : Neurólogo] (1911 n. en Barcelona - ) Exilio : Estados Unidos
FRAILE, Rafael [Medicina] ( - m. en México) Exilio : México
FUMAGALLO PÉREZ Luis [Medicina : Otorrinolaringólogo] (1909 n. en Madrid - ) Exilio : Cuba, México
GÁRATE, Justo [Naturales] (1900 n. en Vergara (Guipúzcoa) - ) Exilio : Argentina
GARCÍA, Germán [Medicina] Exilio : México
GARCÍA BACCA, Juan David [Filósofo-Matemático] (1901 n. en Pamplona - ) Exilio : Ecuador (1939), México (1942), Venezuela (1947)
GARCÍA BANÚS, Antonio [Química] ( - m. en Colombia) Exilio : Colombia
GARCÍA VALDECASA, José [Medicina. Catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada] Exilio : México
GARGANTA, J. [Naturales : Botánica] Exilio : Colombia
GARGANTA FÁBREGA, Miguel de [Química : Farmacéutico] (1903 n. en Olot (Gerona) - ) Exilio : Colombia
GARMA, Ángel [Medicina : Psiquiatra] (1904 n. en Bilbao - ) Exilio : Argentina
GARRETA SABADELL, José [Medicina] Exilio : Panamá
GINER DE LOS Ríos, Bernardo [Arquitecto] Exilio : México
GIRAL GONZÁLEZ, Francisco [Química : Farmacia] (1911 n. en Salamanca - ) Exilio : México
GIRAL PEREIRA, José [Química : Farmacia (1879 n. en Santiago de Cuba - 1962 m. en México) Exilio : México
GÓMEZ VINUESA, Leoncio [Historia Natural]
GONZÁLEZ, Teodoro [Matemático] Exilio : México (1939)
GONZÁLEZ AGUILAR, J. [Medicina : Cirugía] Exilio : Argentina
GRANDE COvIÁN, Francisco [Medicina : Fisiólogo] (1909 n. en Colunga (Oviedo) - ) Exilio : Estados Unidos
GRIÑÓ, Antonio [Medicina : Neurocirugía]
LEÓN GARRE, Aniceto ( - m. en Barcelona) Exilio : Venezuela
HERCE, Félix [Medicina] Exilio : México
HERNANDO ORTEGA, Teófilo [Medicina : Farmacólogo] (1881 n. en Torreadrada (Segovia) - m. en Madrid) Exiliado : Francia
HERRÁIZ SERRANO, Francisco [Profesor auxiliar de Anatomía descriptiva de la Universidad de Madrid] ( - m. en México) Exilio : Francia, México
HERRERA BOHOLLO, Juan Miguel [Medicina] (1906 n. en Madrid- ) Exilio : Cuba, Panamá
JASO ROLDÁN, Leoncio [Medicina] (1903 n. en Vigo (Pontevedra) - ) Exilio : Venezuela
JEREZ VEGUERO, Feliciano [Medicina] (1903 n. en San Sebastián de la Gomera (Canarias) - ) Exilio : Cuba
JIMÉNEZ DE ASÚA, Felipe [Medicina : Histología] ( - m. en Argentina) Exilio : Argentina
LAFORA, Gonzalo R. [Medicina : Psiquiatra] (1886 n. en Madrid - 1971 m. en Madrid)
LANA SARRATE, Casimiro [Química] (1892 n. en Sariñena (Huesca) - ) Exilio : Argentina
LEÓN GARRE, Aniceto [Agricultura y Terminología]
LÓPEZ ALBO, Wenceslao [Medicina : Psiquiatra] (1889 n. en Bilbao - 1944 m. en México) Exilio : México
LÓPEZ DE HARO, José Luis R. [Medicina] (1900 n. en Horcajo (Cuenca) - ) Exilio : República Dominicana
LÓPEZ RENDUELES, Julio [Física y Química]
LOSADA, Marcelino [Medicina] Exilio : México
LUCHINGER, José [Medicina : Obstetricia] Exilio : Francia
LLUESMAURRAGA, Estanislao [Medicina : Cirujano] (1909 n. en Buenos Aires (Argentina) - ) Exilio : Argentina
MADINAVEITIA TABUYO, Antonio [Química] (1890 n. en Madrid
m. en México) Exilio : México
MADINAVEITIA JURGERSON, Juan [Química] Exilio : Inglaterra
MAHOU, Casimiro [Química : Ingeniero Industrial] Exilio : México
MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, Manuel [Medicina : Oftalmólogo] (1872 n. en Villaseca del Sagra(Toledo) - 1961 m. en México) Exilio : México
MARTÍ IBÁÑEZ, Félix [Medicina : Psiquiatría] (1911 a. en Cartagena (Murcia) - 1972 m. en Nueva York) Exilio : Estados Unidos
MARTÍN SERRA, Ricardo [Química : Farmacéutico] (1907 a. en Figueras (Gerona)- ) Exilio : República Dominicana
MARTÍNEZ ANTHONISEN, José Luis [Medicina] (1902 n. en San Sebastián (Guipúzcoa) - ) Exilio : Argentina
MARTíNEZ BARRIO, Domingo [Matemático : Topografía] (1900 n. en Madrid - ) Exilio : República Dominicana
MARTINEZ RISCO, Manuel [Física : Acústica y Óptica] (1888 a. en Orense - 1954 m. en París) Exilio : Francia
MARTORELL OTZET, Ramón [Matemáticas : Cartógrafo] (1901 n. en Barcelona - ) Exilio : República Dominicana
MASRIERA RUBIO, Miguel [Físico-Química] Exilio : Francia
MATEO ALONSO, Alberto [Medicina] (1912 n. en Madrid - ) Exilio : Venezuela
MATEO SOUSA, Eligio de [Matemáticas]
MAYORAL CARPINTERO, Pedro [Medicina : Odontólogo] (1880 n. en Valencia - 1942 m. en Pasto (Colombia)) Exilio : Colombia
MÉNDE7, Rafael [Medicina : Farmacología] Exilio : Estados Unidos
MIRA LÓPEZ, Emilio [Medicina : Psiquiatra] (1896 n. en Santiago de Cuba - 1964 m. en Río de Janeiro) Exilio : Argentina, Uruguay, Brasil
MIRANDA, Faustino [Naturales : Botánico] (1905 n. en Gijón - 1964 m. en México) Exilio : México
MOLES ORMELLA, Enrique [Química] (1883 n. en Barcelona - 1953 m. en Madrid) Exilio : Francia
MOLINA, Antonio [Medicina] (1897 n. en Barcelona - ) Exilio : Estados Unidos
MONTESINO SAMPERIO, José V. [Matemáticas : Estadístico] (1913 n. en León - ) Exilio : República Dominicana, Venezuela
MORAGUES-GONZÁLEZ, Vicente [Medicina] (1911 n. en Andraitx (Mallorca)- ) Exilio : Estados Unidos
MORALES MALVA, Juan A. [Química : Farmacéutico] (1919 n. en Valencia - ) Exilio : Chile
MORODER MUEDRA, Juan [Medicina] (1905 n. en Valencia - ) Exilio : Chile
MUÑOZ MENA, Eugenio [Química] (1899 n. en Valladolid - ) Exilio : México
NAVARRO ESPARCíA, Enrique [Ciencias Naturales]
NEGRÍN, Juan [Medicina : Fisiólogo] (1892 n. en Las Palmas de Gran Canaria - 1956 m. en Paris) Exilio : Francia, Inglaterra
NIETO, Dionisio [Medicina : Psiquiatra] Exilio : México
NIETO CAICEDO, Miguel [Medicina] (1908 n. en Cuevas de Almanzora (Almería) - ) Exilio : Venezuela
OCHOA DE ALBORNOZ, Severo [Medicina : Fisiólogo] (1905 n. en Luarca (Asturias) - ) Exilio : Inglaterra, Estados Unidos
ORTEGA, Luis [Medicina : Psiquiatra] (1909 n. en Valladolid - ) Exilio : Puerto Rico, Venezuela, Estados Unidos
ORTEGA FELÍU, Enriqueta [Ciencias Naturales]
ORTEGA FERNÁNDEZ, Antonio [Química] (1903 n. en Gijón (Asturias) - ) Exilio : Cuba
ORTIZ DE LANDAZURI, Antonio [Medicina] (1893 n. en Madrid - ) Exilio : Venezuela, Puerto Rico, México
OTERO FERNÁNDEZ, Alejandro [Medicina : Ginecólogo] (1882 n. en Pontevedra - ) - m. en México Exilio : México
OYARZÁBAL, Juan [Física] (1913 n. en Málaga - 1977 m. en México) Exilio : México
PALACIOS MARTÍNEZ, Julio [Física] (1891 n. en Zaragoza - 1970 m. en Madrid) Exilio : Portugal, Madrid
PARDO GAYOSO, José [Medicina : Ginecólogo] ( n. en La Coruña - ) Exilio : Venezuela
PASCUA MARTÍNEZ, Marcelino [Medicina] (1897 n. en Valladolid - ) Exilio : Estados Unidos
PASCUAL DE RONCAL, Federico [Medicina : Psiquiatra] 1903 n. en Zaragoza - ) Exilio : México
PELÁEZ, Dionisio [Ciencias Naturales : Biología] (n. en Madrid - ) Exilio : México (1939)
PÉREZ CIRERA, Ramón Exilio : México
PÉREZ GALDÓS, Ignacio [Medicina] (1906 n. en Las Palmas (Canarias) - ) Exilio : Venezuela
PÉREZ VITORIA, Augusto [Química] (1907 n. en Teruel - ) Exilio : Francia, Cuba
PEYRI ROCAMORA, Antonio [Medicina : Dermatólogo] (1889 n. en Tarragona - m. en México) Exilio : Venezuela, México
PEYRI ROCAMORA, Jaime [Medicina : Dermatólogo] (1877 n. en Tarragona - )
PI CALLEJA, Pedro [Matemáticas] (1907 n. en Barcelona - ) Exilio : Argentina (1939)
PI SUNYER, Augusto [Medicina : Fisiólogo] (1879 n. en Barcelona - 1965 m. en México) Exilio : Francia, Venezuela, México
Pí SUNYER, Jaime [Medicina : Fisiólogo] (1903 n. en Barcelona - ) Exilio : México, Estados Unidos
Pí SUNYER, Santiago [Medicina : Fisiología] (1893 n. en Barcelona - ) Exilio : Colombia, Panamá
PI SUNYER BAYO, César [Química : Farmacéutico] (1905 n. en Rosas (Gerona) - ) Exilio : México
PITTALUGA FACTORINI, Gustavo [Medicina] (1876 n. en Florencia - 1956 m. en La Habana) Exilio : Cuba, Puerto Rico
PLANELLES, Juan [Medicina : Farmacólogo] (1900 n. en Jerez de la Frontera - ) Exilio : Unión Soviética
POZA JUNCAL, Laureano [Química] Exilio : México
PUIG VILLENA, Juan [Física y Química]
PRADOS SUCH, Miguel [Medicina : Neurólogo] (n. en Málaga - ) 1970 m. en Montreal Exilio : Canadá
PUCHE ALVAREZ, José [Medicina : Fisiólogo] (1896 n. en Lorca (Murcia) - ) Exilio : México
RAS CLARAVALLS, Juan [Matemáticas]
RAVENTÓS PIJOÁN, Jaime [Medicina : Farmacólogo] (1905 n. en Barcelona - ) Exilio : Inglaterra
RIERA FERNÁNDEZ, José [Matemáticas] (1911 n. en Langreo (Oviedo) - ) Exilio : Bolivia
RÍO GUINEA, Miguel del [Matemáticas]
RÍO HORTEGA, Pío del [Medicina : Histólogo] (1882 a. en Portillo (Valladolid) - 1945 m. en Buenos Aires) Exilio : Francia, Inglaterra, Argentina
RIOJA LO-BIANCO, Enrique [Naturales : Zoólogo] (1895 n. en Santander - 1963 m. en México) Exilio : México
RIVAS CHERIF, Manuel [Medicina : oftalmólogo] (1894 n. en Madrid - 1966 m. en México) Exilio : México
RODRÍGUEZ MATA, Manuel [Química]
RODRÍGUEZ OLLEROS, Ángel [Medicina] (n. en Béjar (Salamanca) - ) Exilio : México, Argentina, Puerto Rico, Estados Unidos
RODRÍGUEZ SANZ, César [Física y Química]
ROQUERO SANZ, César [Química] Exilio : México
ROS SÁEZ, Antonio [Medicina : Oftalmología] (1899 n. en La Unión (Murcia) - ) Exilio : Francia, México
ROURA PARELLA, Juan [Medicina : Filosofía] Exilio : Estados Unidos
ROYO GóMEZ, José [Naturales : Geólogo] (1962 m. en Caracas - ) Exilio : Colombia, Venezuela
RUANO RIESGO, Rafael [Medicina] (1913 n. en Madrid - ) Exilio : México, Costa Rica
RUESTA MARCO, Santiago [Medicina] (1899 n. en Zaragoza - ) Exilio : Venezuela
RUIZ ROMERO, Mariano [Historia Natural]
SABRÁS CURREA, Amós [Matemáticas] (1890 n. en Logroño - ) Exilio : República Dominicana
SAHAGÚN TORRES, Jesús [Medicina] (1892 n. en Cepeda de la Mora (Ávila) - ) Exilio : Venezuela
SALINAS JACA, Constantino [Medicina : Cirujano] (1806 n. en Alsasua (Navarra) - ) Exilio : México, Argentina
SÁNCHEZ CovísA, José [Medicina : Dermatólogo] (1881 n. en Huete (Cuenca) - 1944 m. en Caracas) Exilio : Venezuela
SÁNCHEZ-GUISANDE, Gumersindo [Medicina : Anatomía] Exilio : Argentina
SANTALÓ SORS, Luis A. [Matemático] (1911 n. en Gerona - ) Exilio : Argentina (1939), Estados Unidos (1947), Argentina, (1948)
SANTALÓ SORS, Marcelo [Matemático : Astrónomo] (1905 n. en Gerona - ) Exilio : México (1939)
SAYÉ SEMPERE, Luis [Medicina : Patología Respiratoria] (1888 n. en Barcelona - ) Exilio : Francia, Inglaterra, Argentina, España
SERRALLES, Juan K. [Matemáticas : Aeronáutico] (1896 n. en Barcelona - ) Exilio : Estados Unidos
SINTES OLIVES Francisco F. [Físicas] (1900 n. en Mahón (Baleares) - ) Exilio : Argentina
SOLÉ PLÁ, Joan [Naturales : Botánico] (1874 n. en Barcelona - ) Exilio : Colombia
SOMOLINOS D’ARDOIS, Germán [Medicina : Historiador] (1911 n. en Madrid - ) Exilio : México
TAPIA BOLÍVAR, Luis de [Medicina : Ginecología]
TÉLLEZ PLASENCIA, Heliodoro [Medicina : Terapéutica Física] Exilio : Francia
TORÓN, Luis [Matemático : Ingeniero de Minas] Exilio : México (1939)
TORRE BLANCO, José Químico [Medicina : Ginecólogo] Exilio : México
TRÍAS PUJOL, Antonio [Medicina : Cirujano] (1891 n. en Barcelona - m. en Barcelona) Exilio : Colombia
TRÍAS PUJOL, Joaquín [Medicina : Cirujano] (1887 n. en Badalona (Barcelona) - 1970 m. en Santa Cristina d’Aro) Exilio : Colombia
TROYANO DE LOS Ríos, José [Cartógrafo] (1907 n. en Madrid - ) Exilio : República Dominicana, Venezuela
TROYANO DE LOS Ríos, Rafael [Medicina : Psiquiatra] (1910 n. en Madrid - ) Exilio : República Dominicana, Puerto Rico
TRUETA RASPALL, José [Medicina : Cirujano ortopédico] (1898 n. en Barcelona - 1977 m. en Barcelona) Exilio : Inglaterra
VALERO SERRANO, Juan [Física] Exilio : México
VARELA RADÍO, Manuel [Ginecología] ( - m. en Francia) Exilio : Francia
VÁZQUEZ LÓPEZ, Enrique [Medicina : Fisiólogo] ( - m. en Inglaterra) Exilio : Inglaterra
VÁZQUEZ SÁNCHEZ, José [Químico] (1902 n. en Benaguacil (Valencia) - ) Exilio : México
VELO COBELAS, Carlos [Naturales] Exilio : México
VERA FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Francisco [Matemático] (1888 n. en Alconchel (Badajoz) - 1967 m. en Buenos Aires) Exilio : Santo Domingo, Colombia, Argentina
VICENTE MARTÍN, Segundo [Medicina] (1901 n. en Salamanca - ) Exilio : Venezuela
VIDAL GUITART, Ignacio [Química] (1910 n. en Barcelona - ) Exilio : Colombia
VINÓS, Ricardo [Matemático : Ingeniero Geógrafo] Exilio : México
XIRAU PALAU, Juan [Química : Farmacia] (1903 n. en Figueras (Gerona) - ) Exilio : México
5. FUENTES
Las fuentes para estudiar la ciencia española en el exilio son poco abundantes y están dispersas. Ya Somolinos decía refiriéndose a México : « No se ha llegado todavía a confeccionar un catálogo de la obra escrita por los españoles en México. La mayoría de los trabajos de Fresco, Julián Amo, Carlos Martínez, etcétera, que citamos en la bibliografía han intentado recoger la parte más importante, pero no llega ni a la mitad de lo existente. Sin agotar el tema, es interesante el registro que desde hace años lleva el librero Esteban Vega, el cual, según informe personal, me aseguraba hace poco tiempo tenía unas 65.000 fichas de libros, artículos y monografías escritos por españoles en México, de las cuales más de 3.000 corresponden a medicina, y era el campo peor conocido por él » [3].
Aparte de la información que hemos recibido directamente de las personas que mencionamos en la introducción, damos a continuación una relación de las fuentes impresas que hemos utilizado, así como de otros trabajos inéditos que también hemos tenido en consideración :
ALVAREZ SIERRA, José, “Diccionario de Autoridades Médicas”, Editora Nacional, Madrid, 1963.
AMO, Julián, y SHELBY, Charmion, “La obra impresa de los intelectuales españoles en América, 1936-1942”. Prólogo de Alfonso Reyes, 145 pp. Stanford University Press, Stanford (California), 1950.
“Anuario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales”, Madrid, 1973.
AZORÍN, « Bolívar », “A B C”, diciembre de 1944.
“Boletín del Ateneo Español en México”, núms. 1-7 (octubre de 1963-mayo de 1964), boletín mensual. Presidente del Ateneo : J. Puche Alvarez.
“Boletín Informativo de la Unión de Profesores Universitarios en el Extranjero” (Sección de México), 16 números publicados de agosto de 1943 a noviembre de 1944.
BOLÍVAR, Ignacio, « Presentación », “Boletín Informativo de la U.P.U.E.E.”, número 1, 1943.
BOLÍVAR, Ignacio, “Memorias de la Real Sociedad de Historia Natural”, Madrid, 1929, 2 vols.
CABRERA, Blas, « Ignacio Bolívar. Nota necrológica », “Ciencia”, VI, 1945.
CABRERA, B., « Discurso leído en el acto de su recepción por E. Moles y contestación por —, el día 28 de marzo de 1934 », Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid, 1934.
CAZURRO, Manuel, “Ignacio Bolívar y las Ciencias Naturales en España”, Madrid, 1921.
CIERVA, Ricardo de la, “Bibliografía general sobre la guerra de España (1936-1939) y sus antecedentes históricos. Fuentes para la historía contemporánea de España”, 729 pp., Ediciones Ariel, 5. A., Madrid-Barcelona, 1968.
COSTERO, Isaac, « Pío del Río Hortega », “Ciencia”, VI, 1945.
COUCEIRO FREIJOMIL, Antonio, “Diccionario biobibliográfico de escritores gallegos”, 195 1-1953.
“Cultural creations of the Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México” (The Technical Committee of Help to Spaniards in Mexico) México D.F. 1940.
D’HARCOURT, J. et al., « Severo Ochoa, Premio Nobel 1959 », “Ciencia”, pp. 211-220, 1960.
“Directori dels membres de la Societat Catalana de Biología” (Filial de l’Institut d’Estudis Catalans), Barcelona, 1973, 45 Pp.
“Enciclopedia de la Cultura Española”, Editora Nacional, Madrid, 1963, 5 vols.
Enciclopedia Larousse Española.
FAGEN, Patricia W., “Exiles and citizens, Spanish Republicans in Mexico”, Institute of Latin America Studies, Texas University.
GARCÍA CAMARERO, E., « La ciencia en el primer tercio del siglo », “Triunfo”, extra, núm. 507, 17 de junio de 1972, pp. 30-34.
GARCÍA CAMARERO, Ernesto y Enrique, “La polémica de la ciencia española” (selección de textos), Alianza Editorial, Madrid, 1970.
GÓMEZ GIL, Alfredo, « Cerebros españoles en USA », “Testigos de España”, Plaza y Janés, Barcelona.
GRANIER-DOYEUX, M., « La obra de Augusto Pí Suñer en Venezuela », en “Homenaje al doctor Augusto Pí Suñer”, pp. 102-109, México, D.F., 1956.
“Homenaje al doctor Augusto Pí Suñer”, ofrecido por sus colaboradores y discípulos con motivo del cincuentenario de su exaltación al profesorado, México, D.F., 1956.
LANGMAN, Ida K., « Recuerdos del doctor Faustino Miranda », “Ciencia”, XXIV (5-6), pp. 177-180.
LLORÉNS, Vicente, « Notas manuscritas sobre científicos en el exilio » (entregadas al autor en 1974).
MANZANARES, Luis, « El doctor Antonio Ros, entre nosotros », “Informaciones”, 16 de febrero de 1973 p. 20.
MARTÍNEZ, Carlos, “Crónica de una emigración”, México, Libro Mexicano, 1959.
MADINAVEITIA, Antonio, « Don Blas Cabrera Felipe », “Ciencia”, vol. VI, 1945.
MURPHY, Eduardo, « On the Mexican Scene. The Saga of Don Isaac>, “Pathologíst”, julio de 1970.
PAN, Ismael del, « Don Ignacio Bolívar », “Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural”, tomo extra, 1946, pp. 65-76.
PUCHE ALVAREZ, José, « La Ciencia Española », “Las Españas”, número especial dedicado a la O.N.U., México, 1950, pp. 50-53.
PUCHE ALVAREZ, José, « El Laboratorio de Fisiología », “Residencia”, número conmemorativo publicado en México, diciembre de 1963.
PUCHE ALVAREZ, José, « Semblanza de Nicolás Achúcarro », “Ciencia”, México, XXII (3), pp. 75-80, 1963.
PUCHE ALVAREZ, José, « Germán Somolinos d’Ardois », “Ciencia”, México, XXVIII, 3, p. 127, septiembre de 1973.
“Relación de los componentes de nuestra Asociación que han fallecido durante el exilio” (Relación multicopiada enviada al autor por el doctor Puche Alvarez).
RIOJA LO-BIANCO, Enrique, « Don Ignacio Bolívar y Urrutia », “Ciencia”, México, VI, 1, pp. 2-8, 1945.
Ríos, Fernando de los, « Intelectual activities of spanish refugees in Latin America », en “Intelectual trends in Latín America”, pp. 66-81, University of Texas Press, 1945.
RZEDOWSKI, J., « Faustino Miranda », “Ciencia”, México, XXIV (5-6), pp.171-175.
SOMOLINOS D’ARDOIS, G., “25 años de Medicina Española en México”, 1966, Ateneo Español de México.
“Spanish Professors and Artist in the Emigration”, Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México, México, D.F., s. a., 32 pp.
VILLARREAL, Fidel ; MAYAGOITIA, Héctor, y BOLÍVAR, José I., « Modesto Bargalló, su vida docente y su obra », “Revista de la Sociedad Química de México”, mayo-junio de 1968.
[1] Ver más adelante, PP. 206 ss.
[2] (2) Queremos citar aquí el siguiente párrafo de Puche, en el que se nos dan algunos datos de cómo fue el paso de la frontera con Francia : « Uno de los últimos servicios de evacuación realizado por la Sanidad del Ejército de la República consistió en el traslado de un grupo de profesores y del más glorioso de los poetas españoles, don Antonio Machado. Enfermo, mortalmente angustiado, deseaba verse a salvo de las vejaciones inhumanas de las tropas falangistas que avanzaban sobre la capital de Cataluña. El doctor A. Folch fue designado para trasladar desde Barcelona a Cerbére a don Antonio acompañado por su anciana madre y por todos sus familiares inmediatos. Iban con él varios profesores universitarios, algunos niños y mujeres de familias truncadas por la guerra. Unas horas después de cumplido el servicio, los Machado fueron instalados en un hotel de Collioure, donde el gran poeta había de morir pocos días más tarde, rodeado de limpios afectos y recatando, como él acostumbraba, su patética desesperación » (SOMOLINOS, 25 años de medicina española en México, p. 10).
[3] SOMOLÍNOS, op. cit., p. 21