1.-Ciencia y modernidad.
Es generalmente admitido que la ciencia es uno de los rasgos que definen la modernidad. En cualquier época, ciencia se vincula con innovación y por tanto con actualidad y a veces, más todavía, con anuncio de lo porvenir. Pero no consideraremos la modernidad de la ciencia en este sentido y lo haremos como lo hace la teoría de la cultura cuando jalona sus diferentes etapas de desarrollo.
Consideramos la modernidad como la actitud critica que cristaliza a lo largo de todo el siglo XVII, mantenida para liberarse del principio de autoridad con el que el Renacimiento había revestido a los autores clásicos de la antigüedad. Actitud critica que conduce al libre pensamiento, fundamentado en la razón y no en la autoridad de los textos antiguos. Este movimiento de modernidad nos llevaría a la Ilustración del siglo XVIII y a la Revolución Francesa.
Ciñéndonos a la ciencia, el comienzo de la modernidad lo encontramos en los avances, no solo de conocimiento sino también de método, que aparecen en aquel siglo y se aplican en las más diversas disciplinas. Queda esto de manifiesto : en el gran salto dado por el método experimental de la mecánica de Galileo y por la fundamentación racional de la cosmogonía de Newton ; en el aporte de racionalidad que representa la duda metódica de Descarte y el desarrollo de su geometría que se libera de los Elementos de Euclides, que habían imperado durante todo el Renacimiento ; en la verdadera revolución matemática llevada a cabo principalmente por Fermat, Newton y Leibniz al dar el paso fundamental que supone la creación del Calculo Infinitesimal con el que superan la aritmética y el álgebra renacentistas, y facilita la explosión de los descubrimientos físicos de los siglos XVIII y XIX ; la disección y vivisección como método de estudio de la anatomía y de la medicina, y descubrimientos como la circulación de la sangre que deja a tras las concepciones galenistas ; la acumulación de nueva información sobre la Naturaleza obtenida por nuevas observaciones desconocidas por los clásicos y que conduciría a fundamentar la nueva Historia Natural.
Todas estas son facetas esenciales que conforman la idea de modernidad en la Ciencia del siglo XVII.
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Al incluir la "polémica de la ciencia española" [1] en el presente curso sobre Modernidad y contramodernidad en la España contemporánea, queremos poner de manifiesto que la ciencia, uno de los rasgos mas definitorios de la modernidad, ha tenido siempre entre nosotros un carácter polémico.
¿Cuál ha sido la actitud española frente a la modernidad científica ?
La España Medieval (cristiana, judía y musulmana) fue fructífera en producción científica, y podemos decir que la escuela de traductores de Toledo fue uno de los focos de promoción del Renacimiento al facilitar el acceso y difusión de los textos clásicos.
Durante el siglo XVI, en España se dio un vigoroso impulso en el conocimiento de la Naturaleza, principalmente la Geografía y la Náutica (astronomía, cartografía) que se reflejaron en instituciones tales como la Casa de Contratación de Sevilla, primero, y la Academia Real de Matemáticas, después. Aunque los resultados obtenidos no corresponden todavía a lo que entendemos por ciencia moderna [2].
A partir del siglo XVII la ciencia española sufre una notable decadencia con relación a otros países europeos, en particular con Italia, Francia, Inglaterra y Alemania. Decadencia científica que corre en paralelo con la decadencia política y económica. En efecto, mientras España basa su actividad económica en el oro, Europa lo hace ya en la técnica, fundamentada en la ciencia.
Según López Piñero [3], la ciencia española del siglo XVII se puede dividir en tres periodos : el primero se corresponde con el reinado de Felipe III (1598-1626), el segundo con las décadas centrales del siglo (1627 - 1677), y el tercero con los últimos cinco lustros del mismo siglo (1678-1700).
Durante el primer periodo, nuestra actividad científica es prolongación de lo realizado durante el Renacimiento, y son todavía importantes el prestigio y la influencia de nuestra ciencia en los demás países europeos especialmente en náutica, medicina e historia natural.
Durante el segundo periodo, es imposible desconocer ya en España, los nuevos avances que se van produciendo en otros países europeos y los científicos españoles se enfrentan con la ciencia moderna adoptando dos actitudes diferentes : unos aceptan las novedades innegables pero sin abandonar el sistema tradicional (ejemplo de esto puede ser la aceptación de la circulación de la sangre), otros, los mas numerosos, "prefieren negar lo innegable" antes que abandonar la postura tradicional (como ocurrió con la no aceptación de la circulación de la sangre por parte de los galenistas intransigentes).
Durante el tercer periodo se inicia, por grupos reducidos denominados despectivamente en la época como novatores, la asimilación sistemática de la ciencia moderna. Estos novatores, actúan fuera de la universidad, en tertulias y salones en donde se discuten las nuevas ideas
Hay focos novatores en Zaragoza, Madrid (con mecenas como el Marques de Modejar, el Duque de Montellano, el Marques de Villena,...), Valencia (con un grupo patrocinado por el Marques de Villatorcas, y la tertulia de Corachan, Tosca, Baltasar de Iñigo) y Sevilla (donde se promueve la "Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias" fundada en 1700). Otro mecenas importante fue Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV).
Los principales novatores en química, medicina y biología son : el medico Juan Bautista Juanini (1636-1691) ; el mas importante, Juan de Cabriada [4], que en 1687 publica su libro titulado Carta filosófica, medico-Chymica que se considera como el documento fundacional de la renovación científica en España ; Crisóstomo Martínez, grabador y anatomista, que realiza investigaciones en microscopia en Paris ; José Casalete, catedrático zaragozano y Dionisio Cardona. En matemáticas, astronomía y física podemos citar al jesuita valenciano José Zaragoza que trabajo en Madrid ; a Juan Caramuel (madrileño, aunque pasa la mayor parte de su vida en Bohemia, y en Italia) y Hugo de Omerique, cuyo libro Análisis Geométrica (1691) es citado por Newton y Chasles.
Los drásticos cambios políticos producidos en España desde el comienzo del nuevo siglo (s. XVIII) y el impulso de renovación científica dados por los grupos novatores mencionados produjeron a lo largo de toda la centuria focos de desarrollo científico y tecnológico, en centros fuera de la universidad como las escuelas de náutica de Cádiz, El Ferrol y Cartagena, los seminarios de Vergara o de Méjico, el Jardín Botánico de Madrid, etc. Y las importantes expediciones científicas, que se hicieron en este Siglo [5].
Pero con toda esta actividad científica no se contribuye de forma creativa a la formación de la ciencia moderna, mientras que en Europa se produce grandes avances en la innovación científica con la aportación de nuevas ideas, y hasta de nuevas disciplinas enteras, y se inicia la revolución tecnológica que habría de alterar hasta los mismos cimientos sociales de la Historia.
En efecto, durante el siglo XVIII no solo se consolidan el calculo infinitesimal (Bernuilli, Taylor, Euler, Claireaut, Lagrange...) y la mecánica extendida a la dinámica, la hidrodinámica, o la mecánica celeste (por obra de Berouilli, Dalembert, Lagrange y Laplace, entre otros) sino también disciplinas nuevas como la teoría de la probabilidades de Jacobo Berouilli en su Ars Conjectandi (1713), la electricidad y el magnetismo por obra de Gray (1727), Du Fay (1733) Micheli (1750) Franklin (1752 Cavendish (1772) Coulomb (1768) para culminar en Galvani y Volta (1789) ; en Ciencias Naturales la revolución que significa el sistema natural y clasificación de las plantas de Linneo (1773) y la Historia Natural de Bufón (1750) ; la termodinámica da sus primeros pasos con la invención de los termómetros de Fahrenheit (1720) y de Celsius (1742) para pasar a Lavoisier y Laplace como fundadores de esta ciencia ; la química se inicia con el descubrimiento de varios elementos como el hidrógeno (Cavendish, 1776), el oxigeno (Priesley, 1774), el cloro (Schele, 1774), para continuar con el establecimiento del análisis químico por Bergmann (1772) y con Lavoisier (1778) que funda la química moderna.
Pero no solo la modernidad esta produciendo una revolución científica, sino también tecnológica y social. Tecnológica representada por miles de invenciones que originarían una nueva forma de producir que, a veces se representa por la maquina de vapor de Watt (1776), y establecerían nuevas formas mercantiles, basadas en ideas modernas como las contenidas en La riqueza de las naciones de Adam Smith (1776). Cambios todos ellos que conducen a la revolución francesa como expresión del deseo de aniquilar el antiguo régimen representado por la monarquía absoluta.
2.- La polémica de la ciencia española.
Estamos, pues, ante un panorama de cambios radicales, en el que se cuestiona hasta la forma misma de gobierno : la monarquía absoluta. En los años 1780, Paris era un hervidero de ideas y de confrontaciones políticas donde se estaba gestando la Gran Revolución Francesa. En España reinaba un monarca de dinastía francesa que representaba todavía al gran imperio español. En este contexto, nuestro país ofrecía un blanco especialmente propicio para hacer una crítica de las instituciones feudales y de los valores que se pensaban destruir con el nuevo sistema. Con este sentido fue escrito el articulo de Masson de Morvilliers sobre España, que aparece publicado en la parte de Geografía de la Enciclopedie Methodique de Diderot (1782) [6].
Aunque existen antecedentes que podrían considerarse origen de la polémica, especialmente en la época de los novatores, como ya hemos indicado, consideramos que la polémica de la ciencia española tuvo su verdadero origen en los últimos años del reinado de Carlos III y fue provocada por Masson cuando, en el articulo mencionado, escribe su famoso : ¿qué se debe a España ? Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace seis, ¿qué ha hecho por Europa ?
Entre uno de los primeros antecedentes podríamos citar al antes mencionado Cabriada, quien en su Carta Filosófica dice ya en 1687 :
« Que es lastimosa y aún vergonzosa cosa que, como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos en recibir las noticias y luces públicas que ya están esparcidas por Europa. Y asimismo, que hombres a quienes tocaba saber esto se ofendan con la advertencia y se enconen con el desengaño. ¡Oh, y qué cierto es que el intentar apartar el dictamen de una opinión anticuada es de lo más difícil que se pretende en los hombres ! ».
y más adelante dice
« ¿Por qué, pues, no se adelantará y se promoverá este género de estudio ? ¿Por qué, para poderlo conseguir, no se fundará en la Corte del Rey de España una Academia Real, como la hay en la del Rey de Francia, en la del de Inglaterra y en la del señor Emperador ? ¿Por qué, para un fin tan santo, útil y provechoso, como adelantar en el conocimiento de las cosas naturales (solo se adelanta con los experimentos físico-químicos) no habían de hincar el hombro los señores y nobles, pues esto no les importa a todos menos que las vidas ? ¿Y por qué en una Corte como esta, no había de haber ya una oficina química, con los más peritos artífices de Europa ? Pues la Majestad Católica del Rey nuestro señor, que Dios guarde, los tiene en sus dilatados reinos, de donde se podrían traer los mejores. ¡Oh inadvertida noticia ! Y si advertida, ¡Oh inútil flojedad ! » [7]
Los otros novatores se manifestaban en el mismo sentido, así como también, más tarde, lo hacia Feijoo en sus Cartas [8] cuando decía, en 1745, respondiendo a una de las preguntas de su interlocutor deseoso de saber la causa del atraso literario de nuestra nación :
« La primera es el corto alcance de algunos de nuestros profesores. Hay una especie de ignorantes perdurables, precisados a saber siempre poco, no por otra razón, sino porque piensan que no hay más que saber que aquello poco que saben »
y más adelante
« si se ha de creer a estos aristarcos, ni se ha de admitir a Galileo los cuatro satélites de Júpiter, ni a Hygehens y Casini los cinco de Saturno, ni a Vieta la álgebra especiosa, ni a Nepero los logaritmos, ni a Harveo la circulación de la sangre ; porque todas estas son novedades en astronomía, aritmética y fisica, que ignoró toda la antigüedad, y no son de data anterior a la nueva filosofa Por el mismo capitulo se ha de probar la inmensa copia de maquinas e instrumentos útiles a la perfección de las artes, que de un siglo a esta parte se han inventado. Vean estos señores a que extravagancias conduce su ilimitada aversión a las novedades »
Pero con todos estos antecedentes fue, sin embargo, el artículo España, de la Enciclopedia, ya mencionado, el que desató el primer brote de la polémica que habría de durar por lo menos hasta finales del siglo XIX. Comienza diciendo :
« Uno de nuestros grandes escritores dice que España debería ser uno de los poderosos reinos de Europa, pero que la debilidad de su gobierno, la Inquisición, los frailes, el perezoso orgullo de sus habitantes, han hecho pasar a otras manos la riqueza del Nuevo Mundo. Así, este hermoso reino, que causaba antes tanto terror a Europa, ha caído gradualmente en una decadencia de la que le costará levantarse. »
Más adelante hace un retrato del español y su rechazo a la instrucción y la ciencia :
« El orgulloso, el noble español se avergüenza de instruirse, de viajar, de tener algo que ver con otros pueblos. ¿Pero las ciencias que él desdeña, las artes que desprecia no son nada para su felicidad ? ¿No tiene necesidad de ellas para hacer que los ríos sean navegables y trazar los canales de comunicación con objeto de transportar lo superfluo de una provincia a otra ? ¿No tiene necesidad de ellas para corregir leyes antiguas y ridículas, para perfeccionar su navegación, su agricultura, su comercio ; para sus primeras necesidades o para sus recreos, para librarse del yugo demasiado riguroso de los curas, para rechazar los errores peligrosos, de los prejuicios más peligrosos todavía ; en fin, para formar legiones en el arte de defenderse y de impedir que lo despoje algún ambicioso vecino [9] ? ¿Qué les faltaría para ser felices que no fuese el deseo de serlo ? ¡Pero querer es un trabajo para una nación perezosa y soberbia ! »
Y critica duramente la dificultad de acceder desde España a la literatura europea
« El español tiene aptitud para las ciencias, existen muchos libros, y, sin embargo, quizá sea la nación más ignorante de Europa. ¿Qué se puede esperar de un pueblo que necesita permiso de un fraile para leer y pensar ? ¡El libro de un protestante es proscrito por ley, sin que importe sobre qué tema trate, por la sola razón de que el autor es protestante ! Toda obra extranjera es detenida : se le hace un proceso y se la juzga ; si es vulgar y ridícula y sólo puede corromper el espíritu, se le permite entrar en el reino, y se puede comprar esta especie de veneno literario en todas partes ; si, por el contrario, es una obra inteligente, valiente, pensada, se la quema como atentatoria contra la religión, las costumbres y el bien del Estado : un libro impreso en España sufre regularmente seis censuras antes de poder ver la luz, y son un miserable franciscano o un bárbaro dominico quienes deben permitir a un hombre de letras tener genio. »
Para terminar diciendo :
« Pero ¿qué se debe a España ? Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace seis, ¿qué ha hecho por Europa ? España se asemeja hoy a esas colonias débiles y desdichadas que tienen necesidad permanente de un brazo protector de la metrópoli ; es preciso ayudarle con nuestras artes, con nuestros descubrimientos ; también se parece a los enfermos desesperados, quienes, sin sentir su enfermedad, rechazan los brazos que les aportan la vida. Sin embargo, si es precisa una crisis política para salir de este vergonzoso letargo, ¿qué esperan todavía ? Se han apagado las artes, las ciencias, el comercio. Tienen necesidad de nuestros artistas en sus manufacturas. Los ilustrados están obligados a instruirse a escondidas en nuestros libros. En España no existen ni matemáticos, ni físicos, ni astrónomos, ni naturalistas. »
Por eso no es de extrañar que en Europa se produjese un gran revuelo y apareciesen contestaciones a las palabras de Masson, defendiendo la monarquía española, bien rechazando directamente la tesis de Masson, o bien defendiendo el estado de la ciencia española como hizo Cavanilles, botánico español residente en París, en sus Observaciones al articulo España [10] , o como hizo un funcionario de la corte de Federico II de Prusia, Denina, en su Reponse [11] al artículo de Masson.
La polémica entablada en Europa repercutió en seguida en este lado de los Pirineos, transformándola de una discusión sobre la Ciencia en un debate político. Floridablanca confió a Forner la tarea de defender la Monarquía y la Ciencia española [12]. Por su parte, Cañuelo, editor del semanario El Censor [13], encontró en la polémica materia propicia para completar sus ataques a las instituciones feudales españolas, tema de la mayor parte de sus discursos semanales. De este modo se entabló un debate entre ambos autores, a los que se sumaron posteriormente conocidos literatos de la época, como Iriarte, Samaniego, Nifo y otros.
En este debate no se discutía tanto la existencia de cultura científica en España como la utilidad o inutilidad de las ciencias físico-naturales para promover el bienestar del país ; mientras los renovadores defendían el cultivo de las ciencias naturales como medio de propiciar el desarrollo económico de España, los tradicionalistas - Forner fue uno de sus más claros exponentes -, satisfechos con la situación social existente, sólo veían en el cultivo de las nuevas ciencias naturales y de la nueva filosofía un germen de incredulidad y de desórdenes sociales, incompatibles ambos con la felicidad del país, abogando por el cultivo de las ciencias políticas, teológicas y militares, a las cuales debía España su grandeza y su imperio.
Esta polémica acabó en los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX, pero no definitivamente, puesto que las contradicciones sociales que la habían engendrado subsistían. Las dificultades que tuvieron con la Inquisición Cañuelo y otros representantes de la tendencia renovadora con la Inquisición debieron ayudar a que la polémica cesase momentáneamente. También debió influir la proclamación de la República francesa, en lo que se refiere al endurecimiento de la política interior de Carlos IV con respecto a la libertad de expresión. Sea como fuere, la polémica quedó en suspenso y no se reanudaría hasta mediados del siglo XIX, momento en el que la burguesía había adquirido mayor peso político.
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Después del periodo de catástrofe que representó para la Historia de España el primer tercio del siglo XIX, comenzaron a aparecer o a estabilizarse instituciones científicas y técnicas que correspondían a las estructuras sociales y políticas que estaban surgiendo tras la desaparición del régimen absoluto de Fernando VII. Instituciones que en definitiva representaban la necesidad de incluir la ciencia y la filosofía científica en la nueva dinámica española. La institucionalización se hizo en torno a la creación de las Academias y Facultades de Ciencias, de los Cuerpos y Escuelas de Ingenieros, del Instituto Geológico y Minero y del Instituto Geográfico y Catastral. Esta nueva situación hace que la polémica de la ciencia española tome nueva vigencia al aumentar el interés por la ciencia, por su historia y por su futuro. Así el discurso de Zarco del Valle, dado en 1851 con motivo de su ingreso en la Real Academia de Ciencias, recién creada esta, puede considerarse como una tenue vindicación de la ciencia patria y, sobre todo, un llamamiento a recomenzar las tareas científicas, dado que "Las condiciones que la España reúne por su posición geográfica y su topografía física a favor de los progresos de las ciencias son y han sido en todas los tiempos numerosas y privilegiadas" [14] como descriptivamente ya anuncia en el titulo de su discurso.
Llegamos así a la segunda mitad del siglo XIX en la que el Ateneo de Madrid tomaría un protagonismo esencial, no solo en el debate sobre la ciencia española, sino también como centro introductor de las nuevas ideas científicas en España [15]. Vemos así, en lo que se refiere al renacer de la polémica, como un ateneísta eminente, José Echegaray, con su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias, que leyó el 11 de marzo de 1866, titulado Historia de las matemáticas puras en nuestra España, provocó el nuevo renacer de la misma. Citemos algunas líneas de este discurso que se han repetido con frecuencia. Primero hace alusión al escaso nivel de los pocos libros de ciencia españoles que recoge la monumental obra de Nicolás Antonio :
« Abro la Biblioteca Hispana, de don Nicolás Antonio, y en el índice de los dos últimos siglos, que comprenden del año 1500 al 1700 próximamente, tras muchas hojas llenas de títulos teológicos y de místicas disertaciones sobre casos de conciencia, hallo al fin una pagina, una solo, y pagina menguada, que a tener vida se enrojecería, como de vergüenza y despecho se enrojece la frente del que, murmurando todavía los nombres de Fermat, de Descartes, de Newton, de Leibniz, busca allí algo que admirar, y solo halla libros de cuentas y geometrías de sastres. »
Más adelante se lamenta :
« Al ver como pasa uno y otro siglo, el XVI, el XVII, el XVIII, y ni un solo geómetra español aparece no ya en primera línea, que fuera mucho pedir para tan gran postración, pero ni aun de segunda siquiera ; como si viciada esta raza durante siglos enteros, necesitáramos siglos también para arrojar el virus que en nuestra sangre inoculara una generación ciega y fanática. »
Y terminemos citando la que sin duda más se difundió :
« Y he necesitado todo esto para poder decir sin remordimiento y sin temor : la ciencia matemática nada nos debe : no es nuestra ; no hay en ella nombre alguno que labios castellanos puedan pronunciar sin esfuerzo. »
Con el discurso de Echegaray, se abre de nuevo la polémica iniciada con el articulo de Masson de Morvilliers, pero cuando realmente alcanza su mayor actividad es tras la revolución de 1868 y la Primera Republica, un par de años después de la restauración de Alfonso XII. Con motivo del discurso de Núñez de Arce en su ingreso en la Academia de la Lengua titulado "Causas de la precipitada decadencia y total ruina de la literatura nacional bajo los últimos reinados de la casa de Austria", Manuel de la Revilla publicó una reseña en la Revista Contemporánea [16] que dio pie al entonces imberbe Menéndez Pelayo, otro eximio ateneísta, para contestar en tono violentamente polémico con el articulo "Mr. Masson redivivo" publicado en la Revista Europea [17]. Tras este par de artículos aparece toda una polvareda de opiniones en torno a la controversia de si ha habido o no ciencia en España, e intentando explicar sus causas. En esta contienda intervienen, además de los citados Revilla y Menéndez Pelayo, entre otros los siguientes : Azcarate y Perojo en el bando del primero y Laverde y Pidal y Mon en el del segundo.
Tras este debate en revistas literarias, se va perfilando la necesidad de estudiar científicamente la historia de la ciencia, para impedir que sean intuiciones más o menos justificadas las que muevan las distintas declaraciones y escritos. Por otra parte va quedando claro que, si bien nunca han faltado cultivadores de la ciencia, en los últimos siglos la aportación española a la ciencia universal es muy reducida, por lo tanto, más se ganará echando las bases para que la creación científica sea posible en España, que buceando en el pasado para encontrar algún nombre científico que tranquilice nuestra vanidad nacional. A esta segunda tendencia, que utilizando expresión de Rey Pastor podemos llamar "el otro 98", pertenecen aquellos :
« españoles eximios [que] habían puesto el dedo en la llaga, sin posturas literarias, sin virulencias, ni alharacas, pero con entera puntería. Se llamaban Santiago Ramón y Cajal, Eduardo Hinojosa, Leonardo Torres Quevedo, Marcelino Menéndez y Pelayo [18] »
Antes de seguir, retomemos de nuevo la figura de Menéndez Pelayo, verdadero iniciador de la historia de la ciencia española, para indicar como al rectificar el contenido del discurso de Fernández Vallín leído en 1893 en el ingreso a la Academia de Ciencias, se rectifica a si mismo de sus tesis juveniles para reconocer que es muy flaca la contribución española a la ciencia :
« Pero es cierto que esa historia, tomada en conjunto, sobre todo después de la Edad Media y de los grandes días del siglo XVI, está muy lejos de lograr la importancia ni el carácter de unidad y grandeza que tiene la historia de nuestro arte, de nuestra literatura, de nuestra teología y filosofía. Por el contrario la historia de nuestras ciencias exactas y experimentales, tal como las conocemos ahora, tiene mucho de dislocada y fragmentaria, los puntos brillantes de que está sembrada aparecen separados por largos intervalos de oscuridad, lo que principalmente se nota es falta de continuidad en los esfuerzos, hay mucho trabajo perdido, mucha invención a medias, mucho conato que resulta estéril, porque nadie se cuida de continuarle, y una especie de falta de memoria nacional que hunda en la oscuridad al científico y a su obra [19] »
Ya mirando hacia el futuro, y planteada como cuestión fundamental la organización de la investigación científica, encontramos en Carracido (otro brillante ateneísta) las siguientes palabras, llenas de entrega y confianza en las nuevas generaciones :
« Cuan absurdo es exigir producción de trabajo a quienes carecen de aprendizaje necesario, y cuán torpe el empeño de cultivar semillas para que pronto fructifiquen cuando el terreno no está previamente fertilizado. No dando tiempo al tiempo para que la formación del nuevo organismo se realice por los pasos que su proceso requiere »
Y más adelante afirma
« Es indispensable que a los cimientos de nuestra generación científica se sepulten muchas inteligencias y voluntades antes de formar la raza en la cual se haya encarnado las aptitudes psicofísicas que honren con sus brillantes producciones científicas la generosa abnegación de sus modestos predecesores [20]. »
Pero es sobre todo Cajal (que, 1895, fue presidente de la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales del Ateneo de Madrid), en su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias, donde estudia los Deberes del Estado en relación con la producción científica [21], quien tras analizar nuestro atraso científico y sus casas, enuncia los remedios diciendo claramente :
« España no saldrá de su abatimiento mental mientras no reemplace las viejas cabezas de sus profesores (Universidades, Institutos, Escuelas Especiales), orientados hacia el pasado, por otras nuevas orientadas al porvenir. No reside, pues, el daño en los que aprenden, ni en el Estado que, en la medida de lo posible, sufraga los gastos, sino en los que enseñan. De unos salen los otros. Ideal del discípulo es siempre parecerse a su maestro. ¿Cómo superarse si no halla cerca de sí otro termino más alto de comparación ? Y pues es fuerza romper la cadena de hierro de nuestro atraso, rómpase por el anillo docente, único sobre el cual puede obrar directa y eficazmente el estado. Europeizando rápidamente al catedrático, europeizaremos al discípulo y a la nación entera. Como dice luminosamente Castillejo « no queda otro recurso que formar gente nueva y unirla a los elementos aprovechables de la antigua. Pero esa gente nueva no lo será de verás, se parecerá irremediablemente a nosotros, adolecerá de nuestras rutinas y defectos, como no respire por mucho tiempo el ambiente de la Universidad extranjera. »
3.- Regeneración científica y modernidad : La Junta para la Ampliación de Estudios.
El pensamiento regeneracionista de Cajal, dio un decisivo impulso a la investigación científica en España. Impulso tal, que a los pocos años, se creyó, por un momento, que las causas que habían motivado la "polémica de la ciencia española", se habían superado.
En efecto, el gran genio científico de Cajal y su generosa vocación de maestro obtuvo el apoyo oficial para la creación de una institución dedicada a la investigación científica. Esta institución se llamó Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, y fue promovida en gran medida por la Institución Libre de Enseñanza y en la que participan, también, un nutrido número de ateneístas [22]. Fue eficazmente gestionada por su secretario José Castillejo a quien se debe en gran parte el éxito de su funcionamiento. Gracias a la Junta se inició, en los primeros lustros del siglo, la acelerada y profunda regeneración científica española, que ha significado un hito de modernidad para la cultura española y el momento más alto de la actividad científica en España.
En el texto del decreto [23] de creación puede leerse la finalidad de la Junta :
« Se crea en el Ministerio de Instrucción Publica y Bellas Artes una Junta para la ampliación de estudios e investigaciones científicas que tendrá a su cargo :
1 ° El servicio de ampliación de estudios dentro y fuera de España.
2° Las Delegaciones en Congresos Científicos.
3° El servicio de información extranjera y relaciones internacionales en materia de enseñanza.
4° El fomento de los trabajos de investigación científica, y
5° La protección de las instituciones educativas en la enseñanza secundaria y superior. »
En otros países estaban apareciendo instituciones científicas de rango nacional para promover sistemáticamente la investigación científica. Por citar tres de las principales, mencionaremos a el Massachuset Institute of Technology [24] (MIT) en Estados Unidos, al Imperial College of Science and Technology [25] en Inglaterra, a la Kaisser Wilhelm Gesellschasft zur Fórderung der Wissenschaften [26](Sociedad Emperador Guillermo para el fomento de la Ciencia) en Alemania. En todas ellas se agrupaban laboratorios dispersos que ya existían en el siglo anterior. En España la Junta, se inspira en estas Sociedades científicas avanzadas, aunque su cometido es más arduo pues ha de comenzar prácticamente de cero. También para delinear su organización la Junta está en contacto con las universidades más modernas, anglosajonas, alemanas y francesas. Se crea, así, una institución con muchos aspectos singulares y originales que tendría una gran repercusión no solo en la ciencia sino en toda la cultura moderna de España.
Aunque no es este el lugar de entrar en los pormenores de la enorme labor realizada por los diversos centros, institutos y laboratorios que se reunieron en tomo de la Junta, permítanme que mencione alguno de los logros alcanzados por ella [27].
El primer objetivo de la Junta era la formación en el extranjero de investigadores con una formación avanzada. Por eso desde el mismo año de su creación en 1907 la labor de enviar jóvenes pensionados al extranjero sería continua. El numero de pensiones solicitadas desde 1907 a 1921 fueron 4422, de las que concedieron 810, con u promedio de 54 anuales, aunque en el periodo de la preguerra mundial (1911 a 1913) se superaron el centenar cada año, y se redujo muy notablemente en los años de la guerra del 14.
El segundo objetivo era dotar a los pensionados que regresaban del extranjero de un entorno físico y cultural en el que pudieran mantener el nivel de conocimientos y de estímulos adquiridos en los centros en los que habían ampliado sus estudios. Para lo cual era necesario contar una serie de institutos, centros y laboratorios, con estructuras que no fueran inflexibles, homogéneas y permanentes, y que no estuvieran condicionados por los estímulos externos de títulos oficiales o de otras ventajas que no fuesen la buena preparación de investigadores y las facilidades para que con su trabajo obtuviesen resultados significativos para la ciencia.
En este sentido se crean ya en 1910 dos grandes instituciones, el Centro de Estudios Históricos y el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, en los que se encuadrarían diversas unidades operativas como laboratorios, museos o jardines botánicos. Recordemos algunos de los agrupados en torno al Instituto Nacional de Ciencias (instalado en los altos del Hipódromo) : Museo Nacional de Historia Natural, dirigido por Ignacio Bolívar, Laboratorio de investigaciones Biológicas, creado y dirigido por Santiago Ramón y Cajal, que a partir de 1920 pasa a llamarse Instituto Cajal, Laboratorio de investigaciones físicas, dirigido por Blas Cabrera, Laboratorio de Automática, dirigido por Leonardo Torres Quevedo, Laboratorio y Seminario de matemáticas, dirigido por Julio Rey Pastor, Laboratorio de Química Biológica, dirigido por José Rodríguez Carracido, Laboratorio de Fisiología dirigido por Juan Negrín, (en el que se formaría como investigador el futuro premio Nóbel Severo Ochoa), junto con otros varios.
Estos laboratorios e institutos fueron creciendo ocupando locales cada vez mas adecuados, realizando investigaciones cuyos resultados se publicaban en revistas propias o en otras nacionales e internacionales de prestigio, se celebraban y se asistía a congresos de las distintas especialidades, etc.
Para afianzar y extender el espíritu de la Junta, se crean otras instituciones entre las que destacan la Residencia de Estudiantes, dirigida por Alberto Jiménez Frau y el Instituto Escuela. La primera ahora bien conocida gracias a su recuperación y actividades de los últimos años, y la segunda para la investigación y experimentación pedagógica, especialmente en los planes de segunda enseñanza.
En solo treinta años, se logra el milagro de la creación científica original y de hacer ciencia propia con lo que se consigue una modernidad de la que secularmente se había carecido.
Pero, el funesto resultado de la guerra civil española hará desaparecer esta institución ejemplar y dispersará a la mayoría de sus científicos en la diáspora del exilio de 1939 [28]
¿Se reabriría de nuevo "la polémica de la ciencia española" ?
4.- ¿La polémica de la ciencia española es todavía una cuestión abierta ?
Cuando la ciencia española se estaba normalizando y empezaba a tomar un carácter similar a la de otros países avanzados, y parecía que la secular polémica que nos ocupa había desaparecido para siempre, la guerra dispersó a los científicos y con ellos sus ideas y sus saberes. ¿Qué pasó después ?
El actual Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es el continuador jurídico de la Junta que fue disuelta en 1938, pero no fue su sucesor inmediato, sino que lo fue otra institución creada por Franco durante la guerra civil, nos referimos al
Instituto de España, que nace para agrupar a los escasos académicos residentes en la zona franquista. Según me contó personalmente Pedro Sainz Rodríguez, fue una idea de Eugenio D’Ors esencialmente creada con fines de propaganda. Se quería « mostrar que la zona nacional, aunque era el resultado de una sublevación militar, tenia una personalidad cultural y existían en ella hombres de estudio », pero como ninguna de las Academias podía quedar representada por el escaso numero de académicos que de ellas había en la zona franquista, « surgió de la fantasía de Eugenio D’Ors la idea de crear un organismo en que reunidas todas las Academias » se pudieran « realizar sesiones mas o menos espectaculares ».
Así leemos en el preámbulo del decreto de 8 de diciembre de 1937 de creación del Instituto de España, que :
« En homenaje de la venerada tradición española, de colocar la vida doctoral bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María, se ha escogido el día de hoy para proceder a la convocatoria de las Reales Academias de España, cuyas tareas se encuentran interrumpidas desde hace tiempo y cuyo renacer es con impaciencia esperado en la España Nacional ».
Algunos nombres implicados en la creación del Instituto son : Pedro Sainz Rodríguez, Eugenio D’Ors, Pedro Muguruza, Miguel Artigas, Agustín G. Amezua, José María Peman, Enrique Suñer. También damos a continuación, por curiosa y como expresión de la contramodernidad del nuevo espíritu científico, la formula de juramento a que estaban obligados los académicos :
« Señor Académico : ¿Juráis en Dios y en vuestro Ángel Custodio servir perpetua y lealmente al de España, bajo imperio y norma de su tradición viva ; en su catolicidad, que encarna el pontífice de Roma ; en su continuidad representada por el Caudillo, salvador de nuestro pueblo ? Responderá el Académico : "Si, juro". Dirá el presidente : "Si así lo hiciereis Dios os lo premie y, si no, os lo demande".
Según palabras de Pedro Sainz Rodríguez, monárquico y entonces Ministro de Educación, la asignación de la Junta al Instituto de España reprodujo así :
« Dándole vueltas a esta idea de liberar la investigación científica del caciquismo político, pensé que el cascaron vacío del Instituto de España me podría servir para ello ; entonces publique un decreto en 19 de marzo de 1938 que adjudicaba al Instituto de España la alta dirección de la investigación científica, incorporando a el todas las funciones que tenia anteriormente la Junta de Ampliación de Estudios ».
En el articulo 7° del mencionado decreto se disponía : « Queda disuelta por este Decreto la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas ».
La Junta, pues, fue disuelta por el gobierno franquista en marzo de 1938, y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas se crea, casi dos años después, por una ley promulgada el 24 de noviembre de 1939. Su primer secretario general es José María Albareda [29]. El Consejo, así fundado, continua hasta nuestros días siendo la principal institución de investigación científica del país aunque, dada su larga trayectoria, su importancia y orientación ha ido cambiando para ajustarse a los aires del momento. En la actualidad la investigación científica se desarrolla en un entramado que se sale del marco del CSIC, existiendo en la universidad centros de gran importancia, laboratorios autónomos, observatorios astronómicos de interés internacional, proyectos promovidos y financiados por la Unión Europea y ejecutados en colaboración con centros de otros países De igual forma la movilidad de los científicos españoles para ampliar su formación y para ejercer sus investigaciones en otros países es mucho fácil que lo fuera en la época de creación de la Junta. Todo esto dificulta delimitar lo que se entiende hoy por ciencia española.
De todas formas, dados los grandes logros científicos y tecnológicos actuales en los países avanzados, y las nuevas formas de organización de la investigación científica y de apropiación del conocimiento, podemos seguir preguntándonos si en nuestro país la ciencia ocupa el lugar que debiera y cual es el desfase actual de nuestra ciencia (la hecha en España por españoles) con relación a esos países avanzados y cual es nuestra posesión de esos nuevos conocimientos o nuestra supeditación a los países que los poseen.
Las cosas en las últimas décadas se desarrollan con un dinamismo tal que no podemos contestar con precisión a esas interrogantes.
Pero permitidme que termine mis palabras haciendo referencia a una experiencia personal de hace un par de décadas. Encargado por el Ministerio de Educación y Ciencia, como asesor de política científica, para que hiciera un estudio de la situación de los científicos españoles que se encontraban trabajando en centros de investigación extranjeros, me puse en contacto con unos 300 científicos dispersos en numerosos países (aunque especialmente en USA, Alemania, Suiza, y Francia) y mantuve con ellos una correspondencia sobre la forma en que realizaban su trabajo en el extranjero, sobre las posibles políticas de retorno y sobre otros temas relacionados con el avance de la ciencia en España. Aunque que en estos tres o cuatro últimos lustros las cosas han cambiado, aunque ciertamente no sabemos en que dirección, me referiré a algunos de los párrafos de las cartas recibidas en los que se observan los puntos de vista de quienes desarrollaban sus tareas científicas en el extranjero y que de alguna forma nos recuerdan a aquellos novatores del siglo XVII, que propugnaban una renovación profunda en nuestra forma de hacer ciencia.
Comenzaremos con unos párrafos de un biólogo que realizaba su trabajo en un prestigioso centro de bioquímica de Alemania, en los que se muestra la esperanza de que los nuevos tiempos democráticos mejoren las condiciones de investigación en España :
« Teniendo en cuenta el equipo que ahora dirige la Ciencia española, tanto en el ministerio como en el CSIC, así como repetidas y recientes declaraciones de Felipe González y del Rey, por citar sólo los casos más significativos, parece estar clara en nuestras esferas dirigentes la importancia que tiene la investigación para España (para cualquier país). Máxime ahora cuando nadie duda que la salida de la crisis en que se halla sumido el mundo industrializado que pasa por un salto hacía adelante. Y este salto empieza a tener nombres como Informática, Biotecnología, etc... Es decir, productos de la investigación de los últimos años. »
« Tampoco creo que este equipo dirigente no haya dejado de ver que la investigación española presente es poca y, en general, de baja calidad, siendo necesarios un replanteamiento y reorganización profundos y rápidos. También estoy convencido de que este mismo equipo dirigente es capaz de elaborar un plan perfectamente adecuado para abordar estos problemas. De lo que ya no estoy tan seguro es de que sean capaces de aplicarlo, tanto por las enormes resistencias que van a encontrar en las propias instituciones afectadas como por la precaución que el Gobierno está mostrando en su trato con el estamento científico-universitario. »
Otro neurobiólogo, trabajando este en los Estados Unidos, expresaba así sus dudas sobre una buena recepción en España :
« Nuestra incorporación va a despertar muchos recelos entre los científicos que trabajan hoy en España los cuales van a ofrecer gran resistencia a través del control que ejercen sobre los mecanismos actuales de acceso. »
« La creación de nuevos institutos de investigación seria no solo atractivo para los que estamos en el extranjero sino que a su vez facilitaría la tarea, salvando la resistencia que habría en la Universidad y el Consejo. »
« Espero que con el esfuerzo de todos podamos hacer entender al país la importancia de la recuperación de científicos dentro del contexto de una política científica racional que permita a España ahorrar el mucho dinero que se pierde pagando patentes y royalties a los países de los que dependemos científica y tecnológicamente de manera, yo diría, vergonzosa. »
Damos a continuación la satisfacción con la que realiza su trabajo en un centro de matemáticas aplicadas de Paris, una española que emigró a Francia buscando mejores oportunidades :
« Mi opinión sobre las dificultades más importantes que se le presentan a alguien que estando trabajando en alguna universidad o centro de investigación extranjero, quiere volver a España son las siguientes :
abandonar un ambiente vivo y motivador por (algunas veces) otro sin muchos estímulos en el retorno.
falta de información : publicaciones, libros, conocimiento de lo que está pasando en cada momento (en la materia correspondiente).
en España no es fácil moverse, salir al extranjero, ir a congresos, invitar gente, tener años "sabáticos" ; no para todo el mundo, al menos.
falta de organismos de investigación, sin necesidad de enseñar. El número de horas de enseñanza para el profesorado universitario es bastante considerable si se quiere que esas personas investiguen realmente. »
« En lo que respecta al trabajo me encuentro muy a gusto aquí. Estoy en un grupo con mucha vida y movimiento. Tengo acceso a todo tipo de revista o libro, reciente o antiguo. Tengo la posibilidad de entrar en contacto con una gran cantidad de matemáticos que sin cesar pasan por alguno de los seminarios de las universidades parisinas. Me resulta muy fácil desplazarme, en Francia o al extranjero, para asistir a congresos, trabajar con otros equipos, etc. No hay ningún problema para que pase semanas o meses trabajando en otros centros franceses o extranjeros. Etc., etc. »
« Puedes imaginar que es esta una situación casi ideal para investigar. »
En el siguiente caso se recoge el relato de otro biólogo en el que expresa como otras de las causas que impiden en algunos casos el retorno a España de científicos formados en el extranjero son las dificultades administrativas que se interponen para la convalidación de títulos :
« Como le he dicho más arriba, yo no me he doctorado en España, sino en Estados Unidos. Bien, pues esto resulta ser una trágica circunstancia. Si ahora quiero regresar, todo es kafkiano y complicado. La razón es muy sencilla : tengo que convalidar el titulo. Esto suena sencillo pero hay varias versiones de cómo proceder. Según algunos solo se trata de presentar los papeles, una traducción de la tesis y, a esperar. Lo mas normal en estas circunstancias y, estando fuera, es que la cosa caiga en el olvido. Si uno está en el país, con suerte, al cabo de algunos años (y de los contactos apropiados) puede que uno obtenga la convalidación. Sino, como conozco casos, uno acabará hartándose y haciendo otra tesis en España. La alternativa fácil, sugerida por algún ilustre miembro del sistema, es el hacer los cursos por correo, y dentro de dos o tres años, presentar una traducción de la tesis que, mediante los contactos apropiados, quedará aprobada y así uno podrá convalidar el titulo. Y usted se estará preguntando, ¿por qué le cuento esto ? [...] en parte porque pienso que a usted le interesa el problema de la ciencia española y porque le debe interesar el conocimiento del estado de la diáspora científica española. Como seguramente sabrá, hay varias clases : están los que se fueron hechos y, con titulo español y sin convalidación pedida en ningún otro país, son ahora profesores o directores de investigación en Francia, en Alemania o en Estados Unidos. Luego están los que se fueron mandados por sus jefes "a esperar" en interminables post doc ; estos, con titulo español, acaban por integrarse al sistema de alguna manera, o (los menos) pasan a formar parte de la primera clase. Finalmente está la clase a la que pertenezco, hemos hecho los estudios fuera, no estamos afiliados a ninguna institución y, a pesar de la buena voluntad de los individuos, el sistema nos impide volver. Eso si, por ejemplo en mi caso, mi doctorado americano es perfectamente valido en una universidad como Cambridge, y para uno de los mejores centros del mundo en investigación biológica. Pero para España, eso es otro cantar. Como me dijo una chica en una ventanilla del ministerio de educación el verano pasado : "¡a ver si se cree usted que aquí convalidamos cualquier cosa !". »
Terminamos con las siguientes interrogantes que plantea un informático teórico que trabaja en un centro de investigación avanzada de California :
« ¿Donde puedo a la larga ser más útil a la ciencia española, aquí (el extranjero), manteniendo un contacto habitual con España, o permanentemente en España ?
Desde mi punto de vista, relacionado con la ultima pregunta, la manera más fructífera de abordar la cuestión (más fructífera para la situación científica española, se entiende) es superando la dicotomía exilio-retorno, que tiende a oscurecer y confundir la situación. En mi opinión, otra dicotomía que quizá puede ser más enriquecedora es la de vida-muerte, porque va al meollo de la situación dramática de la ciencia española. ¿qué queremos, científicos vivos o científicos muertos ? »
[1] Para una recopilación de los textos más importantes que participaron en esta polémica, puede verse en E. y E. García Camarero, La Polémica de la Ciencia Española, Alianza Editorial, Madrid, 1970.
[2] Rey Pastor, en la conclusión de su "Los matemáticos españoles del siglo XVI" termina diciendo : « Para poder explicar la Historia de España en la Edad Moderna, el profesor Onís, en su bellísimo discurso de apertura, después de estudiar el pasado de nuestras universidades, se veía obligado a proponer una hipótesis : "España no ha sido nunca un pueblo moderno ; el estado máximo de su civilización es el siglo XVI es, en su corriente más poderosa, la ultima floración de la cultura medioeval, sobre la cual flotaron débiles corrientes de la cultura moderna, que no llegaron a producir una forma propia, duradera y fecunda de la cultura moderna nacional." Y esta hipótesis, que nuestro orgullo nacional se resistía a admitir, tiene una comprobación plena en el examen histórico que antecede. Repitamos, una vez más, nuestra conclusión, y digámosla crudamente para cauterizar ese injustificado orgullo, que impide nuestro progreso : España no ha tenido nunca una cultura matemática moderna. »
[3] López Piñero, La Introducción de la ciencia moderna en España, en Revista de Occidente, n.° 35, pp. 133-156. (Ver también del mismo autor : Ciencia y medicina moderna en la España del siglo XVII)
[4] Hombre moderno como manifiesta su tajante párrafo inicial de su Discurso : « Es regla asentada y máxima cierta en toda medicina, que ninguna cosa se ha de admitir por verdad en ella, ni en el conocimiento de las cosas naturales, sino es aquello que ha mostrado ser cierto la experiencia, mediante los sentidos exteriores. Asimismo es cierto, que el medico ha de estar instruido en tres géneros de observaciones y experimentos, como son : anatómicos, prácticos y químicos. » (cita de López Piñero).
[5] Sobre este tema se celebraron en el Ateneo de Madrid las I Jornadas sobre España y las expediciones científicas en América (marzo de 1991) y la II Jornadas sobre España y las expediciones científicas en América y Filipinas (octubre 1993), cuyos resultados se recogen en sendas publicaciones editadas por el Ateneo y Doce calles, con los títulos La Ciencia española en ultramar, y De la Ciencia Ilustrada a la Ciencia Romántica, que fueron coordinadas por Alejandro R. Diez Torre, Tomas Mallo y Daniel Pacheco.
[6] No solo se hicieron críticas a España en la Enciclopedia, con sentido parecido, aunque no tan severas, se hicieron también a otras naciones europeas.
[7] Cita de López Piñero p.149
[8] Véase en Biblioteca de Autores Españoles, tomo LVI, pág. 540, Madrid, 1952.
[9] Como lo haría la propia Francia napoleónica unas décadas más tarde.
[10] Observations de M. l’Abbé Cavanilles sur l’article Espagne de la Nouvélle Encyclopedie, Paris, Jombert, 1784. Hay traducción española de Mariano Rivera, Imprenta Real 1784.
[11] Carlo Denina, Respuesta a la pregunta ¿Qué se debe a España ?, Madrid Imprenta Real, 1786.
[12] Juan Pablo Forner, Oración Apologética por la España y su merito literario, Madrid, Imprenta Real, 1786.
[13] Periódico político y literario que se publicó en Madrid entre 1820 y 1822.
[14] Discurso de ingreso en la Academia de Ciencias
[15] El nombre completo del Ateneo es Ateneo Científico, Literario y Artístico. Entre sus fundadores se encuentran el eminente naturalista Lagasca y el matemático Mariano José Vallejo. Echegaray introduce nievas teorías matemáticas, José Rodríguez Carracido, notable químico, es también un activo ateneísta. El Ateneo fue también un foro de introducción del darwinismo, el positivismo y otras teorías modernas.
[16] Revista Contemporánea, tomo l., 30 de mayo de 1876.
[17] Revista Europea, 30 de julio de 1876, tomo 8°, núm. 127.
[18] Rey Pastor, J. : Torres Quevedo y el 98, en ABC, 25 de marzo de 1953.
[19] Menéndez Pelayo, M. : Esplendor y decadencia de la cultura científica española, en La España Moderna, 1894. Reeditado en La Ciencia Española, Madrid, 1953, tomo II, pág. 403.
[20] Rodríguez Carracido, J. : Condiciones de España para el cultivo de las ciencias, conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid el 6 de abril de 1896, incluida en su libro Estudios historico-criticos de la Ciencia Española, Madrid, 1917, pág. 19.
[21] Discurso leído el 5 de diciembre de 1897, por Santiago Ramón y Cajal, en su ingreso a la Academia de Ciencias. Reimpreso en su libro Los tónicos de la voluntad.
[22] Muchos de ellos habían colaborado en la Escuela de Estudios Superiores, que funcionó en el Ateneo entre 1896 y 1907. Sobre este tema véase : Daniel Pacheco, Escuela de Estudios Superiores y la formalización Académica en el Ateneo de Madrid, en De la Ciencia Ilustrada a la Ciencia Romántica, Madrid, 1995, pp. 615-637.
[23] No se trataba de un decreto mas, obra de la improvisación de políticos, sino que estaba respaldado por una Junta de personas, que con su talla científica y obra hecha aseguraban que el espíritu superaba con mucho la letra. Bastaría con citar los nombres de Presidente y del Secretario para confirmar lo dicho : don Santiago Ramón y Cajal y don José Castillejo respectivamente. Pero citaremos también alguno de los vocales , tomados mas o menos al azar para no dar la lista con los nombres de los veinte vocales de que estaba compuesta la Junta : Echegaray, Hinojosa, Menéndez y Pelayo, Menéndez Pidal, Sorolla, Torres Quevedo, Rodríguez-Carracido, Joaquín Costa, etc..., casi todos ellos ateneístas activos
[24] Aunque la primera fundación del MIT es de 1861, no adquiere su carácter de propulsor nacional de la ciencia y la tecnología en USA hasta que en 1904, tras el intento fallido de ser absorbió por la Universidad de Harvard, inicia sus actualidades en el actual campus en Cambridge.
[25] Se funda en 1907, como la reunión de diversas instituciones científicas creadas a lo largo del siglo XIX.
[26] Se crea en 1911, agrupando a los institutos científicos mas prestigiosos ya existentes
[27] Véase José Subirá, La Junta para la Ampliación de Estudios, publicado en Nuestro Tiempo, enero-mayo 1924.
[28] Sobre este tema vease : Ernesto García Camarero : La Ciencia Española en el Exilio de 1939, en el tomo V de la obra colectiva dirigida por J. L. Abellán, El exilio español de 1939, Editorial Taurus, 1977-78.EGC La polémica de la "ciencia española".
[29] Véase : Gutiérrez Ríos, Enrique José Maria Albareda : una época de la cultura española. CSIC, Madrid, 1970.