Hacia la abolición del Trabajo

La riqueza intelectual : los bienes inmateriales (2003).

Por Ernesto García Camarero
 

Como la Sociedad de la Información se apoya en máquinas inteligentes capaces de interpretar información, estamos en un proceso que nos conduce a que la producción se haga de forma automática, es decir, con una reducida participación humana. Cuando esto se logre el hombre quedará, en gran medida, liberado de realizar las tareas productivas que sean repetitivas y mecánicas. Eso permitirá que su principal actividad sea la que requiera solo del uso de la inteligencia, del conocimiento, de la creatividad, [de la iniciativa es previo a todo]. A esta nueva capacidad productiva se la denomina riqueza intelectual, y los productos que con ella se obtienen, bienes inmateriales.

Estos productos son de una naturaleza muy distinta a la que tienen los productos materiales o los servicios. Por eso resulta muy difícil querer tratarlos desde el punto de vista económico de la misma manera que a aquellos, lo que hace que sea imposible situarlos dentro de alguno de los tres sectores clásicos. De todas formas se está pretendiendo salvar esas dificultades de clasificación y se intenta agrupar los bienes inmateriales dentro un posible nuevo sector (a veces llamado sector cuaternario), para así poder considerarlos como mercancía y mantener intacta la vieja estructura de la economía de mercado.

La característica esencial que se otorga a esta nueva actividad es producir el conocimiento contenido en la información (los “contenidos”). De forma análoga a como en el sector de la agricultura su objetivo es producir alimentos, en el de la industria producir artefactos, y en los servicios producir atenciones personales, la finalidad propuesta para el sector cuaternario es producir conocimiento.

Con la “creación” de este nuevo sector económico se nos quiere dar la esperanza de resolver los problemas laborales y económicos producidos por el desempleo generalizado en los otros sectores, ya que el nuevo sector hipotéticamente reabsorbería el paro anteriormente producido. Esta es una cuestión clave.

La producción de conocimiento es una actividad que solo puede ser realizada por la inteligencia humana, ya que debe ser entendido no como la mera interpretación de información inerte (cosa que ya puede hacer hasta la máquina), sino como producto de la inteligencia, de la invención, del descubrimiento, en lo que tienen de activo y de dinámico, y que constituyen los rasgos más propios de la actividad del cerebro humano en su inmensa complejidad. Estas tareas mentales pueden ser facilitadas, en efecto, empleando información externa o utilizando ciertos instrumentos y maquinaria especifica para la experimentación y para los cálculos, pero la capacidad para la creatividad, la invención y el descubrimiento radica, esencialmente, en el cerebro del hombre y, por ahora, no puede ser sustituido por máquina alguna. En esta actividad la participación del sujeto con su inteligencia es lo importante para la producción de conocimiento, aunque también se requiere el uso de información, y de forma muy limitada de materia y de energía. Pero no se realizan con la participación del sujeto aislado, sino que es preciso que el sujeto esté relacionado con otros sujetos y con la Naturaleza. La actividad mental necesita, para su desarrollo, de un entorno social e histórico muy amplio.

Durante el desarrollo de la Humanidad siempre ha existido invención y creatividad, pero ahora se percibe como una actividad social fundamental, y como una actividad cada vez más difundida y de mayor transcendencia. Si bien es cierto que siempre ha habido actividad propia del sector del conocimiento, el porcentaje de esta actividad con respecto a los otros sectores ha sido tan bajo que pasó desapercibido como tal. Esto también explica que el desarrollo de la Humanidad haya sido muy lento y que solo se ha acelerado en los últimos tiempos. Por ejemplo el invento y perfección de la escritura ha durado milenios, el desarrollo de la agricultura y de la ganadería decenas de siglos, el desarrollo de la Ciencia y de la Técnica, como se conocen hoy, siglos . Este desarrollo del conocimiento en el tiempo evidencia el carácter social e histórico de su crecimiento y acumulación.

Tenemos, pues, que la actividad intelectual produce riqueza intelectual, esta riqueza se plasma en inventos, descubrimientos, diseños, proyectos, procedimientos, formulas, normas, reglas, convenios, etc. Para poder comercializar con ellos se han creado los derechos de propiedad intelectual, en principio para gratificar a los autores por su esfuerzo, pero después, una vez adquiridos, se han separados de sus autores , y se han asignado al propio producto, como carta de pago de derechos transferibles sobre ellos. Así aparecen las patentes, las marcas, los copyrights, y demás formas de los llamados derechos de autor que enseguida pasan a cotizarse en el mercado.

El resultado material de esta actividad humana es la elaboración o fabricación de productos informacionales, que son materiales y por tanto no deben confundirse con los bienes inmateriales que se refieren exclusivamente a los “contenidos”. Los productos informacionales pueden ser elaborados para uso privado o fabricados para uso público. Los de uso privado, como los informes, planos, memorias, estudios, etc., se hacen un número reducido de copias de distribución restringida y se utilizan para su explotación en la industria. Los de uso público se recogen en soportes físicos con apariencia de bienes materiales (libros, discos, videos...) y de ellos se hacen grandes tiradas para facilitar su difusión y comercialización como en el caso de los otros productos materiales. De aquí proviene el equívoco de considerar a los bienes inmateriales como si de bienes materiales se tratase, confundiendo soporte con contenido. En cualquiera caso, el conocimiento se expresa como información, es decir, mediante conjuntos de mensajes grabados en soportes físicos que pueden ser acumulados, conservados y difundidos para que, finalmente, estén disponibles para que sean interpretados por los hombres para su propio deleite, o para producir más conocimiento, o por las máquinas, para producir bienes materiales o informacionales.

El conocimiento una vez descubierto y expresado en la información tiene una característica especial de la que carecen los productos obtenidos en los otros sectores económicos : no ser perecedero ni consumible con el uso. Si una determinada porción de alimento es consumida por un sujeto, esa misma porción no podrá ser consumida por ningún otro sujeto. Lo mismo podríamos decir del uso y consumo de artefactos (utensilios, herramientas, máquinas,...) ; si una pieza particular es usada o consumida por un sujeto, esa misma pieza no puede ser usada o consumida por otro sujeto. También, si un sujeto utiliza un servicio personal determinado ese mismo servicio no puede ser usado por otro sujeto al mismo tiempo. Sin embargo, y esto es una gran novedad, se pueden obtener, sin costo (apreciable) de materia ni de energía, copias de una pieza de información sin que el conocimiento o la información se agote ni deteriore por ello . En esto consiste la virtualidad de la información : es un cesto de mensajes del que por muchos mensajes que se saquen siempre está igualmente lleno.

Por eso, la naturaleza y el origen de la propiedad de los productos inmateriales presenta características muy distintas de las que presentan los productos materiales y, por supuesto, también de la naturaleza y del origen de la propiedad de la tierra. La tierra en lo que se refiere a su extensión, es limitada y por lo tanto es un bien escaso, de ahí viene el origen de la necesidad de apropiación ; por otra parte vemos que puede ser usada indefinidamente (dentro de ciertas condiciones de explotación), por eso se justifica la idea de que la tierra produce una renta indefinida. Como cada unidad de producto material solo puede ser consumida una única vez (una vez consumida desaparece) o utilizada en cada instante por un solo sujeto, [y lo mismo ocurre con los servicios que unas personas dedican directamente a otras], la propiedad en estos casos está íntimamente vinculada a cada objeto [o servicio de atención directa].

Sin embargo, el modo de justificar la propiedad de los bienes inmateriales debe ser de origen completamente distinto al empleado para establecer la propiedad de la tierra o de los bienes materiales. La propiedad privada del conocimiento no se puede justificar por el solo hecho de haber comprado los últimos descubrimientos, ya que la ciencia es un tejido dinámico de conocimientos producido colectivamente, a lo largo de toda la historia, por capas muy amplias de su población, es decir es un producto eminentemente social y por tanto su propiedad no debe estar en manos de unos pocos. Además, el concepto mismo de propiedad del conocimiento debe fundamentarse en bases muy diferentes a las de la propiedad de bienes materiales ya que, a diferencia de estos, la utilización del conocimiento por unas personas no lo desgasta ni lo consume sino que lo incrementa, y por tanto nos beneficia a todos que esté disponible para cualquier otra persona que lo necesite. Esta peculiaridad da al conocimiento una característica de abundancia y no escasez, que por si sola hace difícil que pueda ejercerse sobre aquel ningún tipo de propiedad mercantil, a no ser que se ejerza con coerción y violencia. En el caso de los bienes inmateriales, el rasgo esencial es que es ilimitado el número de veces que puede ser usada una información, es decir, el número de copias que se pueden hacer de una pieza de información (sin que se pierda ninguna de las cualidades de la misma) es ilimitado, por tanto es un bien inagotable y, además, su uso por parte de un sujeto no lo desgasta (a lo sumo se obsolece) ni impide a ningún otro sujeto utilizar la misma pieza de información en el mismo instante.

Por eso, insistimos, los orígenes y justificación de la propiedad legal de los productos inmateriales son muy distintos a los de la propiedad de la tierra o de los productos materiales, ya que al ser un bien inagotable, no se justifica que su utilización, como la del el aire, no sea libre. Otra cosa, tal vez, pueda decirse de la retribución del autor en el momento de la creación (la información es libre una vez creada), o de los soportes materiales en los que se aloje o por los que circule la información

A veces se ha presentado, por los que defienden que la economía en la Sociedad del Conocimiento seguirá siendo una economía exclusivamente de mercado, que, en el futuro, la distribución de los bienes no se hará en proporción a la participación de cada individuo en la producción de bienes materiales (sino en la venta de los mismos), además, debido a la automatización, su aportación cada vez será menor, tambien en proporción a su participación en la invención y creatividad ya que esta será la principal actividad humana (es decir, en la actividad del sector cuaternario).

Para ello es necesario que se objetiven estos productos y que se obligue a limitar su difusión para convertirlos en bienes escasos de forma que se les pueda asignar después un precio en el mercado. Al resultado de estos procesos es a lo que suele llamarse bienes inmateriales y a la capacidad de producirlos comienza a llamarse capital intelectual.

Pero sucede que se presentan serias dudas de que esta propuesta sea factible, precisamente por la naturaleza de la nueva actividad y de su resultado : los productos inmateriales producidos . La naturaleza de la nueva actividad hace que en el presente sean escasísimas las personas que, con la actual estructura económica y con los actuales niveles de formación, puedan dedicarse a ella como actividad plena y con la esperanza razonable de obtener resultados. Además, si todas las personas "tabajaran" en el sector cuaternario seria muy dificil evitar la difusion universal de los resultados obtenidos por cooperacion y por tanto el producto inmaterial perderia toda posibilidad de ser considerado como mercancia. Es decir, si la actividad laboral ejercida en el sector cuaternario fuese la principal forma de trabajo retribuido se producirían, en este caso, desajustes económicos insospechados. Por otra parte, si en el futuro, tras un periodo de formación generalizado y provechoso, la capacidad creativa la poseen todos los ciudadanos, se alcanzaría una abundancia de oferta laboral tan grande que su escaso valor le impediría entrar en el mercado. Este hecho abre un nuevo camino para la polémica de cómo será la futura actividad humana, de cómo se realizará la transición y, por tanto, de cómo será su organización social en el futuro.